AMADO BOUDOU... Hace unos días un anónimo me chicaneó para saber qué opinaba sobre el asunto.. y recordé este viejo texto que seguro le servirá como respuesta
... pues esta es mi posición....
... un texto que puede ser de mucha utilidad para esa franja política que se sitúa a la derecha de la derecha y que se suele autodefinir como izquierda nacional y revolucionaria, franja que en estos días exhibe sus entusiasmos libertarios de manera muy llamativa, ilusionados con que la Boldt de Duhalde y Clarín recuperen Ciccone...
EL PEOR DE LOS
SENTIDOS, EL SENTIDO COMÚN por ERNESTO SÁBATO
El mundo de la
experiencia doméstica es tan reducido frente al universo, los datos de los
sentidos son tan engañosos, los reflejos condicionados son tan poco profetices,
que el mejor método para averiguar nuevas verdades es asegurar lo contrario de
lo que aconseja el sentido común. Esta es la razón por la que muchos avances en
el pensamiento humano han sido hechos por individuos al borde de la locura.
Mediante una lógica estricta Parménides llega a probar que la realidad es
inmóvil, eterna e indivisible; si alguien viene y le observa que el mundo, por
el contrario, está compuesto por infinidad de cosas y que esas cosas no están
en reposo sino que se mueven, y que no son eternas, pues se desgastan o rompen
o mueren, el filósofo dirá:
—Tiene usted razón.
Eso prueba que el mundo tal como lo vemos es una pura ilusión.
Dudo de que un
griego medio no calificase a Parménides de insano, después de esta conclusión.
También parece locura afirmar, como Zenón de Elea, que la flecha no se mueve, o
que la tortuga no será jamás alcanzada por Aquiles; o, como Hume, que el yo no
existe; o, como Berkeley, que el universo entero es una fantasmagoría. Sin
embargo, son teorías lógicamente irrebatibles y señalan una
posibilidad. El hecho de que contradigan brutalmente al sentido común no es una
prueba de que sean incorrectas. Como dice Russell, “la verdad acerca de los
objetos físicos debe ser extraña. Pudiera ser inasequible, pero si
algún filósofo cree haberla alcanzado, el hecho de que lo que ofrece como
verdad sea algo raro, no puede proporcionar una base sólida para objetar su
opinión”. Creo que un tribunal que actuase en nombre del Sentido Común,
condenaría al manicomio a Zenón, Parménides, Berkeley, Hume, Einstein. Es
digno de admiración, sin embargo, que el sentido común siga teniendo tanto
prestigio didáctico y civil a pesar de todas las calamidades que ha
recomendado: la planitud de la Tierra, el geocentrismo, el realismo ingenuo, la
locura de Pasteur. Si el sentido común hubiese prevalecido, no tendríamos
radiotelefonía, ni sueros, ni espacio-tiempo, ni Dostoievsky. Tampoco se habría
descubierto América y este comentario, como consecuencia, no se habría
publicado (hecho que, desde luego, no pretendo poner a la par del
indescubrimiento de América). El sentido común ha sido el gran enemigo de
la ciencia y de la filosofía, y lo es constantemente. Argumentar la
inverosimilitud en contra de ciertas ideas es muestra de una enternecedora
candidez. Les pasa a esta gente lo que a aquellos campesinos de Mark Twain que
asistían a una función de circo: cuando vieron las jirafas se levantaron y
exigieron la devolución del dinero, pues se creyeron víctimas de una estafa. El
Hombre Medio se jacta de cierto género de astucia, que consiste en descreer de
lo fantástico. Sin embargo, hablando en términos generales, se
puede afirmar que vivimos en un mundo enteramente fantástico.
Este hecho evidente
es oscurecido por su evidencia, como dice Montaigne de “ce qu’on dict des
voysins des cataractes du Nil”, que no oyen el ruido. El sentido común es
el rechazo de fantasmas desconocidos pero es la creencia en fantasmas
familiares: rechaza los cinocéfalos y monóculos, como si fuese menos monstruosa
la existencia de personas sin su correspondiente cabeza de perro, o con dos
ojos en vez de uno. Es en parte cierto que el sentido común es enemigo del
milagro, pero del milagro inusitado, si se permite. Es el sentido de la
comunidad apto para una confortable existencia dentro de límites modestos, de
espacio y tiempo: en Laponia recomienda ofrecer la mujer al caminante y aquí
asesinarlo si la toma. Un galeote se admiraría de la pretensión de curar un
dolor de muelas con una aspirina siendo sabido que se cura aplicando una rana
en la mejilla; por un mecanismo similar el médico se asombraría de que alguien
pretenda curar el dolor de muelas con una rana. La diferencia estriba (según el
médico) en que la idea del galeote es una superstición y la de él no. No veo
una diferencia esencial. Al final de cuentas, buena parte de la terapéutica
contemporánea consiste en supersticiones que han recibido nombre griego. Y en
rigor poca gente hay tan supersticiosa como los médicos: cuando cunde alguna
nueva superstición, como la extirpación de las amígdalas, llegan a pensar
que cualquier enfermedad puede ser curada mediante ese extraño
procedimiento, no sólo los dolores de muelas. En general, puede decirse que el
rechazo enérgico de una superstición solamente puede ser hecho por gente
supersticiosa, pues son los únicos que creen firmemente en algo: los verdaderos
hombres de ciencia son demasiado cautelosos para rechazar definitivamente nada. Que
el sentido común es la magia y la fantasía más desatada, es fácil de probar:
mediante ese diabólico consejero un campesino jura que la tierra es plana y que
el Sol es un disco de veinte centímetros de diámetro. En su furia mágica, puede
llegar a abolir grandes sectores de la realidad, no sólo a deformarlos. Es
probable que muchos de los problemas actuales de la filosofía y de la ciencia
tengan solución cuando el hombre se decida de una vez a prescindir del sentido
común. Apenas salimos de nuestro pequeño universo cotidiano, dejan de valer
nuestras ideas y prejuicios. Esta es la causa de que el absurdo nos acometa por
todos lados. Más, todavía: es deseable que sea así, pues es garantía de que se
anda por buen camino. Si un astrónomo presenta una teoría del Universo que sea
aceptable para el hombre corriente, seguramente que está equivocado. Si otro
afirma que en ciertas regiones remotas el tiempo se paraliza, ese señor debe
ser escuchado con respeto, pues puede tener razón. Las teorías científicas
y filosóficas están todavía demasiado adheridas al sistema conceptual de
entrecasa. Su defecto tal vez es el de ser aún poco descabelladas.
Mire si será de peso el sentido común que la vieja guardia nacional de izquierda, ayer subsidiada en FM Nacional hoy opositora, mama de las canteras del socio político y autor intelectual de la muerte de Fuentealba. Leo a Asis, admiro a Asis, levanto a Asis, le doy pista y razón Asis, me nutro con Asis; quién se derechizó fue el Gobierno, yo sigo siendo zurdo y antisistema.
ResponderEliminary la causa Boudou está plagada de sentido común..
ResponderEliminarLas formas de concebir el tiempo difiere según las lenguas y culturas,
ResponderEliminarpor ejemplo, para los aymara el futuro está detrás de uno, todavía no
visible; el pasado está delante de sus ojos, visible. De acuerdo con
este criterio el tiempo se divide en futuro y no-futuro.
En el idioma aymara es muy importante marcar si el hablante vio o no
cómo sucedía la acción. Mientras no esté al alcance de los ojos, no se
da nada por cierto. Por eso, el futuro estaría detrás de uno, ya que
todavía no es visible; y el pasado, delante, visto o visible.
Esto significa que el observador aymara respecto al tiempo se encuentra
invertida en comparación con el observador occidental.
...en un trabajo de 1975, describían la "gran paciencia" de los aymaras,
que no juzgaban excesivo esperar medio día a un camión que les llevase al
mercado. A la gente de las culturas anglosajonas le gusta hacer planes y
se siente violentada cuando la vida interfiere. Pero si el futuro no está
a la vista, dice Martha Hardman, antropóloga de la Universidad de Florida,
la planificación pierde parte de su importancia.
Los aymaras y su sorprendente visión del tiempo
http://aymarani.blogspot.com.ar/2005/07/los-aymaras-y-su-sorprendente-visin.html