Política y realidad por Eduardo
Daniel Oviedo para Le Monde diplomatique
¿Puede Argentina
convertirse en miembro de los BRICS? Algunos países del bloque promueven esta
iniciativa, atraídos por su poder potencial, sus recursos naturales y su
política exterior contrahegemónica. Pero una alianza con las potencias
emergentes podría no resultar beneficiosa y condicionar la inserción
internacional del país.
La idea de que
Argentina podría ser el sexto miembro de los BRICS asomó en el escenario
internacional a partir de las declaraciones del embajador de India en
Argentina, Amarendra Khatua. Los gobiernos de India, Brasil y Sudáfrica son los
promotores de esta iniciativa. No obstante, la ampliación del número de
miembros del BRICS requiere de la decisión por consenso de todos los Estados miembros.
Es decir, se necesita también el apoyo de Rusia y de China que –si bien podrían
acompañar la moción– aún no han dicho la última palabra. Esta situación hace
especular que las partes tratarán el tema en la sexta cumbre del grupo que se
realizará en Fortaleza (Brasil), entre el 14 y el 16 de julio. Argentina
mantiene relaciones cordiales con todos los miembros del bloque. Su posición
ante la cuestión de Crimea favoreció la aproximación a Rusia. Otorga
importancia estratégica al mercado indio, principalmente a partir de los
límites al crecimiento de las exportaciones hacia China, como se observa en el
estancamiento que las mismas operan desde 2007. Más allá del poder duro con que
cuentan ambas potencias asiáticas, el vínculo entre estos dos importantes
consumidores de alimentos y uno de sus principales exportadores es un factor
sustantivo que se extiende al resto de los miembros del bloque. Con Sudáfrica,
la relación no es intensa, pero es de absoluta cordialidad.
Potencialidades
El embajador Khatua afirmó que hay un consenso cada vez mayor para que Argentina se una al grupo de las economías emergentes. Pero, ¿qué es un emergente? Son aquellos países que transitaron de la semiperiferia al centro. Es decir, aquellos Estados “recién llegados” al directorio de grandes potencias. En términos económicos comprende a China, India y Brasil. Rusia, si bien aún no logró ingresar, es una de las potencias más avanzadas del mundo semiperiférico, posicionándose en el 2012 en el décimo lugar de la estructura económica mundial, en el límite de grandes y medianas potencias. No obstante, su vasto territorio, su capacidad militar y nuclear, y su tradición diplomática de gran potencia, la ubican dentro de los países centrales.
La emergencia también puede ser desde la periferia
a la semiperiferia, como en el caso de Argentina, pues la crisis política de
2001-2002 hundió al país en la periferia, cayendo al puesto 37 de la economía
mundial. En los últimos años busca recobrar poder económico para franquear su
frontera superior y reemerger como economía media. Desde esta óptica también es
un emergente, pero en distinto nivel que Brasil, Rusia, India y China.
Sudáfrica la acompaña en esta odisea, ya que se posiciona en el puesto 29 de la
economía mundial.
El interrogante es saber qué ven los BRICS en
Argentina. Por supuesto que no es su poder real. Argentina no constituye una
fuerza política o económica importante en el mundo: está en el puesto 25 de la
economía mundial; sus 40 millones de habitantes no conforman un mercado
atractivo para las grandes potencias; sus Fuerzas Armadas están desmanteladas;
no posee importantes alianzas (más allá de la Unión Aduanera en el marco del
Mercosur), y su diplomacia oscila bruscamente cada década. Otrora era una
potencia media, que devino en periférica, consolidando relaciones Norte-Sur con
China y Brasil, en función de las respectivas posiciones que ocupan en la
economía mundial en base a sus PIB. Pero si éste se mide en base a la capacidad
de compra, India se suma a este pelotón; mientras que la asimetría con Rusia,
además de ser económica, también se da respecto de su poder duro.
Por lo tanto, el atractivo no es el poder duro,
sino el poder potencial. Por una parte, frente al crecimiento vertiginoso de
China, y en menor medida del resto de los BRICS, estos Estados encuentran en
Argentina una potencial fuente de recursos primarios, abundantes pero
subexplotados, y se aproximan a partir de dichas potencialidades. Parafraseando
al eslogan de la campaña electoral de William Clinton podríamos decir: “Son los
recursos, estúpido”.
No obstante, la política mundial es realidad, no
futuro, por lo que lo antedicho predispone a esas naciones a la aproximación,
pero no es factor determinante, excepto en el caso de China e India que pueden
ver afectadas sus seguridades alimentarias.
En 2013, los BRICS representaron el 32% de las exportaciones y el 45,7%
de las importaciones argentinas. Sus dos primeros socios comerciales son Brasil
y China, los cuales concentraron el 28,7% de las ventas al exterior y el 41,4%
de las importaciones del país.
China compra el 86% del poroto de soja que Argentina exporta; pero hoy
las ventas casi se han paralizado, ya que al comprar el producto primario y
Argentina destinar cada vez más éste a la industrialización, encuentra límites
a la adquisición de soja en grano y así desequilibra la balanza comercial, la
cual desde el inicio de la crisis económica hasta 2013 generó déficit por
18.276 millones de dólares. India, al contrario, se ha transformado en uno de
los principales compradores de aceite de soja, especialmente tras la retorsión
china aplicada a las ventas de aceite argentino en 2010, representando dos años
después el 84% de las exportaciones a ese país. Rusia es comprador de cebada,
peras frescas y harina y pellets de soja. Con Brasil, las exportaciones están
desconcentradas y más industrializadas: las ventas del sector automotor
combinan con materias primas, como el trigo, harina de trigo, malta, peras
frescas, entre otros productos. Por último, 65,3% de las compras de Sudáfrica
corresponden a pellets de soja, trigo y aceite de girasol; mientras que los
principales productos que exporta son partes de vehículos y hulla.
En consecuencia, el comercio con India y China
responde a la estructura centro-periferia; con Rusia es intercambio de commodities alimenticios
por gas oil; mientras que con Brasil existen niveles de comercio
intra-industrial. Sólo con Sudáfrica aparece la cooperación Sur-Sur.
Equilibrio de poderes
Sin duda, la política exterior contrahegemónica de Argentina –aunque la misma se basa en el discurso político y no en recursos duros del poder– parece ser también motivo de atracción. Al igual que lo que sucede en el G20, la OMC y otros organismos multilaterales, Argentina aparece colgada de un prestigio que no condice con su poder real. Su política y su realidad son dos cosas diferentes. Ejerce una diplomacia de nación semiperiférica en el plano bilateral y multilateral pero en realidad está en la periferia. Con poco poder influye en la subregión y en organizaciones multilaterales, en un contexto internacional donde los foros internacionales cobran importancia en la construcción ideológica del mundo.
Los BRICS tienen una posición dual frente al orden vigente. Por una
parte, son potencias conservadoras, en la medida en que el orden de primacía
estadounidense favoreció sus ascensos en la estructura internacional y les
permite obtener beneficios concretos de sus crecimientos económicos. Al mismo
tiempo, desafían el orden imperante y conforman un grupo de naciones que
tienden a reestructurar las relaciones de poder. Como expresa Bruces Jones,
aprovechan el fenómeno de la “sombra del futuro” que, precisa o no, percibe la
pérdida de la primacía de Estados Unidos y el tiempo de llegada de los Estados
emergentes. Es decir, los BRICS son potencias conservadoras, con intereses
contradictorios entre sí, mucho más conflictivos que los que tienen con la
potencia hegemónica mundial, pero como buscan erosionar aun más su poder para
acotar la brecha con la superpotencia, requieren de una amplia alianza; que
para algunos Estados abrumadoramente dominantes en una civilización –como la
sínica e hindú– se piensa en términos inter-civilizacionales, pero que es
consecuencia de la mecánica del equilibrio de poderes.
Excluyendo la incursión de Rusia en Crimea y la
política de prestigio de China en el Este Asiático, que son por naturaleza
cambios regionales, el desafío del orden es en términos ideológicos o
discursivos y no se vislumbra el cambio estructural a corto plazo en el mundo.
Quienes postulan la transición internacional deberán ser pacientes y esperar
aun más tiempo para el inicio del cambio político mundial, si es que se
realiza. Algunos académicos osadamente consideran que ya se inició la
transición del orden internacional, pero es difícil encontrar su umbral de
partida, como sucedió con la caída del Muro de Berlín en el inicio del tránsito
del orden bipolar hacia el de primacía estadounidense en 1989, y cuyo punto de
arribo fue la desintegración soviética en 1991.
De ingresar al BRICS, Argentina estaría comprando
la “sombra del futuro” y no su realidad. Esto lleva a retomar el histórico
debate de la orientación de la política internacional argentina, en la medida
en que la opción es el intervencionismo, a partir de tomar parte en los BRICS,
o bien retomar la histórica visión de neutralidad. No obstante, cabe aclarar
que en el contexto actual, aún no iniciado el cambio internacional, decidir
participar en un esquema como los BRICS puede ser funcional a las políticas exteriores
de otros Estados (como Brasil que equilibraría sus relaciones con el eje
China-Rusia), con posibilidad de verse comprometida en decisiones del grupo
donde priman algunos Estados autoritarios con ambiciones expansionistas, como
Rusia, de liderazgo mundial como China, o la conflictividad interna de India.
Si bien la división es entre intereses y no entre regímenes políticos, el
impacto de las decisiones del BRICS puede ser negativo para una inserción
global de Argentina, si es que se pretende orientar la política exterior en esa
dimensión.
Históricamente, Argentina ha sido iniciadora y
propulsora de distintas propuestas e ideas en la política internacional. Sería
un importante factor dentro del grupo, pero su política exterior perdería
flexibilidad al tener que consensuar acciones en el marco del bloque. Debería
asumir mayor confrontación con Estados Unidos, propia de naciones como Brasil,
Rusia, India y China, que lo hacen porque han ingresado al oligopolio mundial y
disputan poder con la superpotencia; pero no de Argentina, que debe aprender de
las fases de despegue de los “cuatro grandes” que, además de buscar la paz, el
desarrollo y la cooperación con los países centrales, realizaron prudentes
políticas exteriores, orientadas al juego del equilibrio entre bloques,
alianzas o esquemas de cooperación.
Con la sola excepción de obtener financiamiento a
baja tasa, a partir de la formación del Banco de Desarrollo del BRICS, el
ingreso no tendría otros beneficios. Al contrario, podría ubicar a un país perteneciente
a la zona del dólar (y en menor medida del euro) en las antípodas de Estados
Unidos, y por qué no de Europa, en el contexto de una guerra monetaria, cuando
su economía requiere inversiones extranjeras de todo el mundo y no de un bloque
en particular. En este sentido el Banco de Desarrollo aún no ha sido
establecido y sus miembros actuales no necesariamente buscarían que el acceso
de una economía que presenta signos de inestabilidad en los años recientes
comprometa la futura imagen del bloque.
Para tener en cuenta. La cuestión Crimea
Aproximación a Rusia
La cuestión de
Crimea relanzó las relaciones argentino-rusas. Ante la crisis, Argentina
presentó una posición volátil. En marzo, cuando el Consejo de Seguridad de la
ONU trató el tema, acompañó el proyecto de Estados Unidos en contra del referéndum
en Crimea, cuyo objetivo consistía en evitar el cambio del estatuto de la
península. La embajadora ante la ONU, María Cristina Perceval, justificó su
voto en el principio de integridad territorial de Ucrania. El proyecto obtuvo
el respaldo de 13 votos a favor, la sola abstención de China y el veto de
Rusia. Aislado, Vladimir Putin desplegó la diplomacia presidencial con el fin
de revertir el amplio respaldo a Ucrania y mantener la anexión. En ese marco,
telefoneó a Cristina Fernández de Kirchner, llamada que parece haber sido
fundamental para modificar la orientación diplomática argentina.
La posición
proclive a la defensa del principio de integridad territorial de Ucrania en el
Consejo de Seguridad cambió días después cuando la cuestión fue tratada en la
Asamblea General, donde Argentina votó en abstención la resolución 68/262 que
nuevamente defendía la integridad territorial y otros principios de Ucrania
dentro de sus fronteras reconocidas internacionalmente; al tiempo que declaraba
no tener validez el plebiscito realizado en Crimea y la ciudad de Sebastopol.
En esta oportunidad, la resolución obtuvo 100 votos a favor, 58 abstenciones y
11 votos en contra. La abstención argentina fue interpretada como un apoyo a
Rusia, agradecido por el embajador ruso en Buenos Aires, Víctor Koronelli. La
diplomacia sudamericana apareció fragmentada, pues Ecuador y el bloque del
Mercosur votaron en abstención, excepto Venezuela que junto con Bolivia
apoyaron a Rusia; mientras que Chile y Colombia votaron a favor de la
resolución.
Este cambio en
la política hacia la cuestión de Crimea no resulta neutro a nivel interno,
habida cuenta de la presencia de las comunidades rusa y ucraniana en Argentina.
Fuente: Le Monde diplomatique
Entrar al BRICS sin entrar al Banco que largan medio al cuete y la cuota de ingreso al mismo hoy por hoy es como si yo quisiera asociarme al Mar del Plata Golf Club
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