Siguiendo con OBVNZFHNHXD me encontré con este texto de Enero del 2013.. No hay mérito, son tan previsibles que parece escrito hoy a la mañana
La Concertación
Argentina
...y lo
demencial que significa como estrategia política
exterminar al
contrapoder popular
Los horrores políticos que estamos
presenciando del llamado Progresismo vernáculo nos resultan incomprensibles
para aquellos que durante toda la vida adherimos a tales paradigmas. Entre lo
probable y lo imposible se debaten los dilemas políticos. ¿Creerán Solanas,
Lozano, Donda o Binner qué sus intenciones de máxima se pueden concretar
lacerando los incipientes procesos distributivos e industrialistas que
desarrolla o cuando menos intenta desarrollar el actual gobierno? ¿Creerán qué
su lucha contra la Barrick o Monsanto se puede hacer efectiva de la mano de la
corporación liderada por Magnetto?. Su confusión ideológica se vio reflejada
como nunca cuando la resolución 125, ensayo que tuvo la pretensión de acotar
levemente los niveles de renta de la producción sojera a favor de disminuir los
gravámenes de los restantes insumos. Ver en la actualidad que antiguas zonas
trigueras, girasoleras y maiceras están abarrotadas de soja explican que su
lucha contra Monsanto y compañía resultó por lo menos contraproducente. A la
par la Barrick ha sembrado de publicidad a todos los medios dominantes, en
consecuencia el tema desapareció como disyuntiva crucial.
El Radicalismo, más allá de ubicarse en una
interesante posición desde planos comunales, sabe que muy lejos está de llegar
a presidir el país de no mediar una alianza concreta y programática que
convenza a sus adherentes. El ala liberal del partido mira con buenos ojos al
Pro, de hecho ya está trabajando en el armado, mientras que el ala progresista
se debate en la construcción de un proyecto político propio buscando un
acercamiento con el Socialismo y demás agrupaciones que el fracaso de la
Alianza ha logrado potenciar. La izquierda dogmática, dividida en no menos de
diez expresiones y consciente de que la voluntad popular no es lo suyo, intenta
por un lado colar algún cuadro destacado, siempre por vías colectoras, y por el
otro hacer lo que hace siempre: cuanto peor, mejor; tratando de dilucidar
internamente quién se beneficia con tal política.
El progresismo argentino, en solapada
asociación, ha decidido como táctica 2015 entregarle el poder a la derecha de
modo vislumbrar un futuro explosivo que le permita hallar hacia el 2019 una
puerta entreabierta a favor de sus apetencias. En la actualidad el Kirchnerismo
le lima a la centroizquierda una buena parte de sus potenciales adherentes,
eliminarlo supondría disponer de un campo fértil susceptible de ser sembrado y
abonado. Como si la política fuera algo tan lineal como previsible. ¿Será tan
sencillo suprimir de la memoria colectiva al kirchnerisno? La derecha, por
fuera de su cosmética, no ha podido hacerlo con el Menemismo. Casi todos sus
integrantes ostentan archivos lapidarios al respecto. Corrijo la pregunta
entonces y bajo esos términos ¿Se puede considerar graciosamente el final del
peronismo como movimiento de masas?. Además y como añadidura quién puede
inferir que una bisoña ola neoliberal no finalice enamorando nuevamente a buena
parte de la sociedad.
Vienen a mi memoria la Comuna de París, la
República de Weimar, la República española, Salvador Allende y el Primer
Peronismo. Procesos políticos populares minados por los propios segmentos
progresistas, corrientes políticas que colaboraron de buena forma con las
dictaduras posteriormente instaladas. Por eso no nos debe extrañar el
nacimiento de una nueva concepción política, por lo menos a escala nacional,
la cual ubicaremos, acaso antojadizamente, dentro de la derecha socialista, un
modelo similar al llevado a cabo por la Concertación durante dos décadas en tierras
trasandinas.
Desde los inicios de la década de los setenta
Chile se ha presentado, dentro del escenario latinoamericano, como tierra de
ensayo para la presentación de modelos políticos económicos (en este caso
económicos y políticos, siendo no casual el orden establecido) ligados a los
poderes supranacionales. Tendencias que una vez formalizadas desde la praxis
resultan altamente gravoso modificar. A pesar de que dicha Concertación gobernó
durante veinte años no pudo, no estimó prudente, o directamente no quiso
modificar ninguna de las políticas instauradas por la Escuela de Chicago
sucursal Pinochet. La educación y la salud se mantienen fuertemente
aranceladas, las protestas continúan siendo reprimidas violentamente por el
cuerpo de Carabineros, los sindicatos permanecen cooptados por las grandes
corporaciones, el cobre perdura en manos extranjeras, y el sistema previsional
se mantiene administrado por resortes privados. Dentro del modelo Chileno el
estado no existe como motor de procesos productivos, como actor económico, como
interventor en contra de la inequidad. Las fuerzas del mercado actúan como
sujeto y objeto social, debido a eso no interesan las ideas políticas, menos
aún las mujeres y los hombres como motivo político. Esta suerte de gatopardismo,
armado bajo el paraguas del poder real, permite que Bachelet y Piñera se
observen como mera continuidad. En la práctica el actual Presidente no es
más ni menos liberal de lo que era la anterior mandataria. Fue un simple cambio
de gerentes operativos dentro de un poder supranacional absolutamente digitado
y dependiente. Pues ese es el modelo al que aspira nuestra derecha socialista.
Una “concertación antipopulista” que destruya la praxis política colocando en
su lugar meros gestionalistas al servicio de las corporaciones dominantes. El
pueblo, el Estado, como actor político, se va diluyendo a favor de una clase
dominante que tiene el preciso y precioso objetivo de transformar la cosa
pública en cosa privada.
Así como cuestión distintiva nuestro país es
propietario de una clase media que cruza todos los horizontes ideológicos
también poseemos un elemento que nos hace incomparables a escala internacional:
El Peronismo. Movimiento que también cruza horizontalmente la complejidad de
nuestros segmentos sociales. Todo intento que hubo a favor de fagocitar
voluntades peronistas terminó fagocitado. No existe en Argentina agrupación
política alguna con mayor voluntad de poder que el Partido Justicialista,
cuestión que cuenta y mucho cuando de gobernabilidad hablamos. El Peronismo
puede ser conservador, neoliberal, desarrollista o distribucionista, eso
dependerá de la coyuntura, lo que nunca será es gestionalista. La política
interna no se lo permite. Nadie tiene asegurado su futuro dentro del movimiento
presentando simplemente prolijos balances y déficit controlados. La política
cruza las vísceras de cada dirigente que pelea por su espacio. A fuerza de ser
sincero estimo que tal dinámica conspira buenamente en contra del
aburguesamiento dirigencial.
Los medios de comunicación dominantes laboran
muy duro a favor de aquella construcción pseudoprogresista. Obra que se reserva
severas falencias políticas, ausente de pertenencia social y fácilmente
manejable desde el poder corporativo. Nada mejor para instalar un sistema
similar al trasandino. La observancia de los comportamientos de El Mercurio
chileno y de los Grupos Clarín-La Nación en nuestra Patria nos pueden acercar
concretas simetrías.
Uno de los esquemas que la Concertación
exponía como falsamente virtuoso es la limitación en lo que respecta a reiterar
mandatos ejecutivos sosteniendo que la mera discontinuidad política es un
síntoma de salud institucional (a cada uno le toca un rato). Curioso modo de
interpretar la representación popular, visión que se me ocurre muy acorde para
un empleado administrativo, de ningún modo puede concebirse para un político
que desea potenciar políticas a favor de la población. Este esquema propone una
natural ausencia del líderes, pesos pesados que sí tienen las corporaciones dominantes,
de modo que la lucha política, entre lo publico y lo privado, parte de falsas
equivalencias. Justamente ese obligatorio inciso fue lo que determinó que la
porción más dura de la Concertación abandonase la misma y le sirviese en
bandeja el triunfo a Pineyra.
Se suele afirmar que dentro de este tipos de
esquemas las sociedades se encuentran pacificadas más allá de las corrientes
protestas que todo sistema político tiene. Es lógico que así suceda y tiene su
explicación: Si no existen pujas económicas debido a que el Estado no tiene
capacidad de respuesta, si los asesinos de la dictadura no fueron juzgados, si
las responsabilidades civiles con aquel proceso no fueron observadas, si todo
el ordenamiento económico y social sigue como entonces, imposible que el
conflicto sea visualizado. Claro que existe, pero existe licuado, escondido,
pisado, “pacificado”, acaso en estado de espera.
En nuestro Pago, dentro del esquema, da lo
mismo Macri, Binner o Alfonsín. Como da igual Del Sel, Ginóbili, Baldassi, Marengo,
Mac Allister, ciudadanos que ni siquiera sospechan de qué se trata el
contrapoder y para qué es de utilidad edificarlo y preservarlo. El único que
desde el Estado tiene capacidad para construir contrapoder es el Peronismo. Por
eso, durante los noventa, cuando el poder real logró tenerlo como aliado los
resultados fueron devastadores para la mayoría de la población.
La Concertación Argentina está en marcha. Los
medios, las corporaciones, algunos dirigentes sindicales, sectores de la
justicia y la oposición están trabajando fuertemente para la eliminación del
único contrapoder visible, el Kirchnerismo (Peronismo confrontativo). Me parece
que la pregunta que nos debemos hacer como colectivo es la siguiente: ¿Sí con
el contundente contrapoder emanado de las urnas, el poder real se comporta como
lo hace, imaginemos por un rato la inexistencia de ese contrapoder democrático?
Pues los noventa. Sociedad adormecida, colectivo totalmente al margen de las
decisiones trascendentales, fiel e inocente contribuyente de todos los negocios
armados bajo cuerda, sin un Estado que lo asista, sin una justicia que lo
ampare: La dictadura corporativa. Recorrido ineluctable que parece haber
seducido a nuestros iluminados progresistas contemporáneos.
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