Emboscada y traición - 5 de Septiembre de 1937. La Matanza de Coronel Dorrego



Siete horas estuvo tirado el cuerpo del hombre saturando con su sangre las estrías y meandros de los canteros linderos a la plaza dorreguense. Su doliente y mortecina traza era demasiado necesaria como mensaje y testimonio de victoria. Al igual que en la antigua Micenas, exhibir el cadáver del líder oponente daba por terminada la contienda, sometiendo de modo taxativo cualquier porfía del adversario.
Luego de su caída, los sonoros impactos fueron menguando su intensidad hasta perderse definitivamente por los suburbios de la aldea. Nadie, alejado de la explanada, daba por sentado que el hombre había sufrido una emboscada. Entenderlo muerto era percibirse derrotado y ese concepto no encajaba dentro de la mística revolucionaria del grupo de combatientes que había decidido levantarse en armas ante el grosero fraude electoral y la ausencia de libertades cívicas. Las autoridades locales cercaron el lugar de forma tal impedir cualquier tipo de asistencia médica bajo la excusa de tener que aguardar por la llegada del juez. El matador, luego que la partida de insurrectos se dispersara confusamente, descendió del campanario de la Parroquia para acercarse al occiso corroborando de ese modo su alto grado de eficacia, retirándose luego en dirección al edificio comunal en busca de su paga. Mientras se dirigía a destino varias palmadas en la espalda exaltaron sus talentos. El ceño fruncido y cierto disgusto lo acompañaron durante su estadía en la ciudad. Sabía que un valiente no debía morir de ese modo, pero él no estaba para juzgar sino para operar. Aquellos servicios de excelencia lo instalaban como profesional en la materia, de modo que fallar significaba el fin de su garantía. Necesitó de dos certeros impactos para aplacar la revuelta. Sabedor que lo esperaban, el caudillo republicano consideraba haber cubierto prudentemente sus posibles flancos sin pensar que los altos de la Iglesia brindaban extrema perspectiva y una visión integral de la plaza central. Luego de persignarse, el matador se instaló rodilla en tierra delante de la claraboya que orientaba hacia el este dejando que sólo el caño de la carabina asomase por la ventila. La sensación de una mirada extraviada, portando su Winchester, las bombachas blancas, las botas coloradas, el pañuelo negro anudado al cuello fue lo último que logró reconocer del hombre. Lo imaginó asumiendo el error cometido, entendiendo que cuando Dios se calla el ser humano puede obligarle a decir cualquier cosa, inclusive otorgar cobijo en su domo a un eximio y rentado francotirador.

                       “Juan Maciel avanzaba por la plaza, solo, con su par de pelotas, mientras desde la torre de la iglesia lo hervían a balazos”


Es allí cuando Juan Bautista Maciel, Winchester en mano y ajeno de protección, decidió encarar como instancia suprema hacia el edificio del club Social recibiendo dos certeros impactos provenientes del experto tirador amparado en la torre de la Parroquia.
Su grito silencioso, póstumo y doloroso, sentenció el final de la aventura cívica.
La exposición de su cuerpo, huérfano e inerme en uno de los canteros de la plaza determinó el fin de la revuelta; la mayoría de los combatientes se dispersaron hacia los aledaños de la aldea perseguidos por las fuerzas policiales, el resto fueron detenidos in situ, inclusive los moradores del club Social que no dejaban de llorar frente a los despojos de su líder.  La batalla de Coronel Dorrego en pos de defender los derechos civiles y la libre determinación popular se llevó a cabo durante la muy británica hora del té y duró solamente treinta minutos. Además de Juan Bautista Maciel cayeron en combate sus más fieles y cercanos compañeros, los que lo amaban, los que respetaron sus silencios y fueron dolientes habitantes de sus más hondas tristezas: Carlos Costa, Severo Vera y Emilio Navarro.


Historia:


http://juanbmaciel.blogspot.com.ar/2011/12/cuando-el-descuido-nos-omite-novela.html

Comentarios

  1. Tengo una información muy acotada de esa matanza

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    1. Lamento informarle Sala que su historia sobre el 5 de septiembre de 1937 no es oficial ni radical, porque es real, nacional y popular, de modo que no ingresa dentro del ámbito cultural de Coronel Dorrego. Ni siquiera se lo merece por bien escrita. No busque ser leído, es inútil. No quiero compararlo con nadie, pero en nuestro Pago chico Discépolo sería invisibilizado Acá todos leemos el Billiken de Fabián Barda.

      El Turco

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  2. MAÑANA 6 EN PUNTA ALTA ENCUENTRO DEL PJ PROVINCIAL

    http://pjdorreguense.wordpress.com/2014/09/04/iv-encuentro-provincial-punta-alta-septiembre-de-2014/

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  3. Sala

    Usted no está invitado ya que no es Sciolista y dijo que al represor Berni hay que rajarlo

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