Si se filmara una nueva versión de la película El Álamo,
pero transcribiendo la historia tal como fue, acaso basada en el libro de Paco Taibo notaríamos que los héroes no lo
son tanto, al igual que los villanos. Nos pasaría a nosotros mismos si
viéramos, en versión hollywoodense, la
heroicidad de un centenar de ingleses tratando de asentar una cabeza de playa durante
la primera invasión en 1806. Parte de
aquella historia nos cuenta que dentro de la misión cercana al poblado de Bejar
varias decenas de mexicanos murieron heroicamente para que la Unión tomara para
sí una porción riquísima de territorio mexicano llamado Texas; y que por el
otro lado cientos de mexicanos murieron sin honra ni heroísmo alguno, bárbaros que se oponían a no
ser despojados de una buena parte de su soberanía, casualmente también llamada Texas. Hollywood, Dysney, John
Wayne y el etnocentrismo cultural del norte han querido que Santana y estos sean los villanos y los dictadores, y Houston y los primeros, los demócratas liberadores,
a la par que incrementaron notoriamente el número de soldados del primero, redujeron hasta la mínima expresión la fuerzas del segundo. El impacto de los
números hace a la epopeya. Dentro del mundo de las anécdotas lo factible de
exagerar, por incomprobable, es digno de exagerarse a favor de ese impacto.
Dice Taibo
“En Estados Unidos se difunde de manera prolija la falsa idea de que los defensores del fuerte
“En Estados Unidos se difunde de manera prolija la falsa idea de que los defensores del fuerte
lucharon por la libertad, pero en realidad, los colonos de Texas, estado que pertenecía a México,
querían la esclavitud y la Constitución mexicana la prohibía.
Paco Añadió que
del lado gringo es el tema, el supertema. Lo que para los mexicanos es una nota de pie de página chafa en nuestra historia, ya que la guerra de Texas es mejor olvidarla, no la movamos, y la historia oficial la ignora. Lo que para nosotros es ausencia, otro más de los vacíos, para los estadunidenses es el corazón mítico.
Ver aquí la otra Historia de El Álamo
http://www.jornada.unam.mx/2011/12/04/politica/003n1pol
Dicho esto me sigue asombrando cómo el poder dominante
puede imponer falacias que son aceptadas sin rebelión e incluso darle rango de
hecho histórico concreto en función de sus objetivos de dominación. “Mentira la
Verdad” nos dice semanalmente y por
Encuentro el filósofo Dario Sztajnszraiber. Bueno, han pasado más de 2700 años que la novela se diera a conocer en los foros teatrales griegos y aún hay
muchos que consideran que la guerra de Troya, si es que existió, fue tal como
nos cuenta Homero en La Ilíada y que en la misma intervinieron valientes
semidioses heterosexuales con talones virginales.
Si vemos los artículos del establishment financiero global
– esto incluye a los locales – notaremos que nos presentan a los Fondos Buitre
(y uno cae en la trampa y lo escribe con mayúscula) como endebles unidades de
negocios llamados Holdouts, víctimas y a merced de una Presidenta enloquecida
que busca solamente instrumentar la peor de las injusticias. Estamos a cinco minutos
de El Álamo. Santana y sus villanos, Cristina y la Cámpora. De hecho varios
videos han comenzado a diseñar el boceto del film.
Y para desgracia de la humanidad el éxito está
descontado. La historia oficial, internalizada y exportada por EE.UU de aquel
evento es la película de Wayne. Lo que realmente llama la atención es la
pasividad y la genuflexión de los propios mexicanos para aceptar de buen modo
un relato que no refleja la verdad del aquel suceso. Acaso sea este el ejemplo
y el preludio de nuestra propia derrota cultural como latinoamericanos y nos hace
chocar de frente con la cardenal ignominia que esconde en sus entrañas la doctrina
Monroe desde 1825.
William Godwin, intelectual y escritor anarquista sostuvo
que “Si mi Nación emprende un hecho injusto serle fiel es un delito”. Cabe
preguntarse entonces cuánto de delito es adherir a un evento injusto que otra
Nación quiere emprender sobre la nuestra. Parece que para buena parte de
nuestros compatriotas la línea a seguir es la de los mexicanos que ayudaron a
que Texas formara parte definitivamente de la Unión, y en algún caso hasta se
hubieran alistado con placer a favor de aquella cabeza de playa sajona en junio
de 1806.
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