Un maestro del blues que nos vuelve a visitar: Peter Green, una historia mínima que viene a cuento de la actualidad y un poco de humor… cosas que pasan
Hace muchos años, como gestor de
compras y auditor del BBVA, me vi envuelto en una encerrona de poder e
intereses personales entre jerárquicos medios y gerentes, situación que
desembocó en mi despido. La cuento ya que existen ciertos vasos comunicantes
con sucesos recientes…
Por el año 2000 se me encomienda
la tarea adicional de auditar las compras de sector logística, hacer un
seguimiento del presupuesto y a la par cortar todos los circuitos de corrupción
existentes. Luego de un año los resultados fueron inobjetables. De hecho a mi
Gerente le costaba mucho armar los informes que debía enviar a España con
relación a la optimización de los costos sin enlodar a sus antecesores,
cuestión que entre ellos era cosa delicada. Un bibliorato oficio repleto en
comparativas y facturas, como soporte probatorio, daba cuenta de mi tarea, tanto las herramientas
utilizadas, la línea de investigación y las estrategias comerciales posteriores
que llevaron a reducir en un 30% los costos del sector logística era la sección
más interesante del informe. Estamos hablando de un presupuesto de U$S 28 millones.
Las palmadas, las felicitaciones, los aumentos y los premios adicionales no se
hicieron esperar. Hasta me pasó algo inédito en mi vida particular, varias
compañeras se sintieron atraídas por un tipo que hasta el momento pasaba
absolutamente inadvertido. Para un recién separado, en pleno duelo, no era poca cosa estar rodeado de lisonja y
admiración. Recuerdo que hasta el propio Banco me amuebló el departamento de
alquiler y me extendió un crédito muy blando para comenzar mi nueva vida. Almuerzos
recurrentes en el séptimo piso del edificio de Reconquista 199 con autoridades
y asesores. Codearse en ellos con tipos como González Fraga o Juan Carlos de
Pablo formaba parte de un mundo que no me gustaba pero en el cual no me sentía
incómodo. Seguía manteniendo mis valores, mis ideas y mi ideología, y me iba
bien. Pensaba que hasta en esos lugares un puede mantener de manera firme sus
convicciones.
Hacia Septiembre del 2001 comencé
a sospechar que algo estaba sucediendo. Ciertas rutinas se habían modificado
imperceptiblemente. Diría que la única manera de percibirlas era corriéndose de
la burbuja de pedos en la que uno estaba inmerso. A poco de presentarle mis
dudas al Gerente la verdad cayó como cascada y la operación desgaste no tardó
en exhibir sus estrategias.
Cambio
de Box. Mudanza desde mi usual posición central, doble y semiprivada hacia una
ubicación esquinada y orientada en los márgenes, lejos del contacto con mis
compañeros de piso. Luego,
de un viernes a un lunes, me encuentro con la PC vacía de archivos y
documentación. Sólo me dejaron la casilla de e-mail. Se
me cancelaron los premios por excedentes de balances y mi calificación personal
bajo de 147 puntos a 125, de 125 a 110 y de 110 a 80 en el término de 45 días…Vaciamiento
de tareas. Nadie podía hablar conmigo en el piso y menos acercarse a mi box.
Nadie podía escribirme a mi casilla si no era por cuestiones de estricta consulta
laboral. Mi firma dejó de tener perfil de responsabilidad. La
facturación de los proveedores dejó de pasar por mi escritorio. Todo
sin la menos explicación…
En el marco de los resultados
obtenidos y los informes probatorios presentados era inexplicable lo que en una
semana sucedió. El Gerente no atendía mis pedidos de entrevista y la cabeza me
empezó a jugar una mala pasada a caballo de una notable baja en las defensas
físicas y psíquicas. Al comienzo del castigo entretenía mis horas leyendo, pero
a los pocos días la cabeza le ganó al amor por la literatura y no había forma
de concentrarse. Algún familiar me soslayó: Te lo hacen a propósito, no les des
el gusto, no estás haciendo un carajo, no jugás tu firma con nada y por nadie,
encima cobrás un sueldazo, mejor imposible. No se trataba de eso, la situación
era injusta, me dolía tremendamente, había puesto mucha energía, creatividad e
inteligencia para diseñar un nuevo circuito de control administrativo. Un antiguo supervisor que tuve en mis
comienzos, veterano de estas cuestiones me dijo: Te quieren comer la cabeza, es
una pulseada psicológica. Ya te usaron, no servía más, te volviste peligroso.
Recuerdo que le pido al
departamento de RRHH una entrevista con mi gestor a cargo. La gestora me
recibe, y de inmediato me deriva a su superior. Para estos momentos las admiradoras, los
amigos y las lisonjas había desaparecido, cosa que realmente no me afectaban ya
que pocos meses antes había comenzado una relación con una mujer que a la
postre sería la que me salvara la vida,
simplemente porque decidió acompañarme cuando mi derrota era inexorable. Mayor
muestra de amor, imposible. Este alto jerárquico de RRHH me dice textual: Te
voy a trasladar a otro sector: Recuperación Crediticia. Están armando un grupo
especial de gente derecha y con capacidad de negociación para recuperar deuda
incobrable castigada contablemente, son 60000 legajos, 300 millones de dólares. Acepté obviamente, no
tenía otra opción. Pero luego me agregó. Tengo en mi oficina tu trabajo de
investigación, de no poder comprobarse nada te voy a tener que despedir. Es raro
lo que me dice, porque yo no denuncié a
ninguna persona sino a determinados vicios y rutinas que provocan desvíos
monetarios. Argumento que por supuesto no fue tenido en cuenta por mi
interlocutor. A los tres días me llama una de las Gerentes de Auditoría, Alicia
López se llamaba. Quédese tranquilo Sala. Más claro imposible, no lo pueden
tocar, yo estoy en el tema.
Luego de un mes de desarrollar
mis funciones en Recuperación Crediticia había logrado el afecto y la
valoración de mis superiores. Los resultados eran muy buenos y el clima laboral
era excepcional.
Pasados 3 meses me citó desde
Auditoría uno de los 7 integrantes de la Gerencia General del Banco, un tal
Lanza. Histórico funcionario del viejo Banco Francés de Otero Montsegur que
siguió a cargo del sector más allá de la fusión como máximo responsable. Leí su
informe Sala, muy completo y sumamente detallado el trabajo. Es inobjetable. Le
quiero adelantar que su información ha logrado que se modifiquen muchos
circuitos e inercias desprolijas. Varios responsables han sido derivados a
otros sectores de la entidad, desde ya de manera elegante y disfrazados con
aumentos de sueldos. No hay que ofender a nadie, las relaciones internas pesan,
usted lo debe saber. ¿Tiene algún otro soporte informativo, documentación
probatoria, acusación pendiente? No, de hecho, y si usted leyó el legajo, yo no
presente un informe acusatorio, solamente expuse, ejemplificando con
antecedentes, los cambios que eran
necesarios realizar para cortar con determinados vicios. Lo que no nunca voy a
entender es el comportamiento de mis superiores de entonces ya que fueron ellos
los que me asignaron la tarea. Es que esto afectó a una buena cantidad de
funcionarios de mediano y alto rango me respondió. Lo lamento, recuerdo que le
respondí. Antes de estrecharle la mano y a poco de retírame le pregunté al
hombre por Alicia López, mi referente de auditoría. Fue derivada a otro sector
me respondió, desde hace unos días desarrolla tareas en el edificio de la calle
Venezuela.
Recuerdo que cuando salí del edificio
ubicado en Reconquista 40 me topo con un ex compañero de logística en cual hacía
6 meses que no veía. Nos abrazamos con mucha familiaridad y sin conocer nada de
mi presente me comentó: Qué quilombito hay en tu sector – por supuesto no sabía
de mi traslado – según me chusmearon echaron a un auditor. No sabía le
contesté, pasa que en este Banco se sabe más desde afuera que desde adentro. Te dejo, estoy apurado, mandame
un mail y nos juntamos a almorzar. Me quedé pensando quién podía ser el auditor
despedido, no me cerraba. El día transcurrió con normalidad, a las siete llegué
al departamento que compartía con mi compañera. Cuando ingresé encontré la
respuesta sobre la identidad del auditor. El despedido era yo. El telegrama
estaba sobre la mesa. Octubre de 2001 me esperaba, con 40 años de edad, una realidad con un 25 % de desocupación y un
país a punto de estallar. Debía pasar por RRHH a retirar mis haberes.
Esa noche no dormí, no hablé, no
llamé a nadie, no comí, no envíe mail alguno, no quería ver ni escuchar a
nadie, salvo a Dora por supuesto. Que ella estuviera a mi lado era suficiente
para no hacer una locura, sea matar o matarme, en ese momento no tenía nada que
perder, y perderme no constituía gran cosa para nadie, excepto para ella. Inmundicia,
idiotez, fraude y fracaso era lo que veía cada ver que uno de los espejos me
sorprendía. ¿Cómo lograr salir de un lugar que te asfixia y te agrede, en el cual no hay puertas ni ventanas?, pues
dejando de estar… Dora me salvó la vida y ella no lo sabe, acaso se esté
enterando en este momento. Siempre me pareció que no está bien cargarle a los
que uno quiere responsabilidades adicionales exhibiéndole debilidades propias que
conspiren en contra de sus libertades y decisiones. Dar lástima, de algún modo.
Eso de hacer todo lo posible para andar por el mundo con carga liviana y algo
más importante, no cargar a los afectos con egoísmos ilegítimos. Por entonces
pensaba como Benedetti que el suicidio era un homenaje al prójimo. Dora me
convenció que no debía pensar de ese modo, y no necesitó pontificar discursos
sobre el tema.
Y esa mañana me había bañado, desayunado,
lavado los dientes, perfumado, y al mediodía me había encontrado con un amigo,
y me divertí mucho en la oficina, ya que el ambiente era extraordinario. Sin
embargo pocas horas después estaba dispuesto a dejar de existir. Nadie hubiera
podido inventar razones lógicas para tal decisión. Allí comprendí que el
suicidio no sólo requiere de un enorme vacío personal, que por suerte yo no
tenía, Dora estuvo a mi lado, sino mucha decisión y coraje…
Lo que vino después no tiene
mucha importancia a los fines de la historia. Mis defensas se fueron elevando
en la misma medida que nuestra vida se complicaba, paradojal pero no tanto, acaso
el sentido era pelearla juntos, saltar de a dos las vallas, pisar al mismo
tiempo los barros podridos de la vida, cargar juntos bolsas que uno sólo no puede ni siquiera
levantar… Todos los que posteriormente me hirieron y me soltaron la mano, de
alguna u otra manera, me ayudaron a entender que es muy difícil salir de
determinadas encerronas terminales si uno no cuenta con un tremendo gladiador
con la suficiente fuerza y templanza para alejar a todos los fantasmas que
suelen aparecer desde las mazmorras más oscuras de nuestro siniestro y despiadado circo romano
contemporáneo…
Hoy soy un hombre en el mundo como dice el tema de Peter Green, y puedo licenciarme y reírme del
asunto, por supuesto junto a mi compañera…
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