17 de Enero de 2013
Según Luis Bruschtein el
golpe blando consiste en travestir a una minoría en mayoría, amplificar sus
reclamos, crispar las controversias y enfrentamientos y desgastar a la
verdadera mayoría que gobierna, hasta hacerla caer por medio de alguna farsa
judicial...
El periodismo ha llegado a un nivel de protagonismo
inusitado, incluso para “desanoticiar”. El caso es que observo la cuestión
negativamente – hace bastante tiempo, en este mismo foro, hacíamos notar sobre
el pobre momento que estaba viviendo la profesión -. Protagonismo por ellos
mismos declamado, potenciado y ejecutado, de modo que cualquier método, lícito
e ilícito, resulta viable para que la oferta de embustes y sofismas continúen
manteniendo un estatus acorde con aquellas apetencias mencionadas.
Percibo que los profesionales en la materia no están
observando cierto hartazgo social que una gran porción de la población tiene
con relación a sus voces, dichos, razonamientos, antojos, inquisiciones y demás
alegatos que suelen exponer como si tal cosa incluyera formato de ciencia
exacta (sus porcentajes de imagen negativa son históricos y debería hacer
reflexionar al colectivo periodístico). Cuestiones que en su mayoría se
desvanecen naturalmente por obvias razones de inconsistencia. No descarto que
arribar al hastío se constituya como inciso deliberado, parte fundamental de la
estrategia de modo la realidad no se comprenda o directamente se vislumbre
difusa.
¿Es noticia qué un tipo cualquiera – sea quién sea -
haya dicho lo que dijo? ¿Es noticia qué otro tipo le salga a contestar a ese
tipo sobre lo dicho? Pues una buena parte del mundo periodístico, sin chequeo
mediante o directamente tergiversando, se maneja de ese modo: dichos,
comentarios, rumores y versiones, que para peor son sazonadas por
interpretaciones tan antojadizas como interesadas; los hechos efectivos, la
contundencia de la realidad quedará en estado de espera, acaso en los zaguanes
del olvido.
La intención de instalar una suerte de campo de
concentración nacional no le resulta descabellada a una buena porción del
establishment periodístico. Cuestionar al poder real, salir a discutirle los
espacios a las corporaciones no cuenta con visas de gratuidad. Así como
responsabilizan al Kirchnerismo en dividir políticamente a la sociedad, me
atrevo afirmar que los medios dominantes y sus periodistas, en matrimonio con
la oposición, están instalando peligrosamente la idea de una extraña dicotomía
entre supuestos ciudadanos honestos, sospechosamente independientes, que pagan
sus impuestos, enfrenados a hipotéticos ciudadanos deshonestos, clientes del
Estado, no ahorrando adjetivaciones y dejando claro a qué colectivo político
pertenecen estos últimos. Según dicho criterio, más de la mitad de la población
que votó a este ejecutivo sería susceptible de prisión por acción, error u
omisión. Esto lo vemos tangible dentro de las redes sociales en donde adherir a
las políticas del Gobierno Nacional constituye esencialmente un delito en sí
propio. Hay que estar muy fanatizado, diría que desquiciado, para entender a la
política de esa forma. Esto es así debido a la intencional despolitización
discursiva y al afán mediático que existe a favor de judicializar todas las
acciones y gestiones del ejecutivo, algo que se exhibe sin decoros cuando
observamos actuar al ejército pseudoleguleyo que las corporaciones expanden por
los pasillos de los tribunales.
Hace poco menos que un siglo atrás Natalio Botana,
desde el diario Crítica, afirmaba: Que nunca la verdad te arruine una noticia.
Pues de eso se trata. Lo bueno no garpa y menos si esa verdad va en contra de
determinados intereses. De existir es necesario enlodarla de modo se transforme
cual bumerang en crónica judicial. Recordemos el protagonismo de Botana en el
golpe conservador que derrocó a don Hipólito Yrigoyen, cosa por la cual se ufanó hasta sus últimos días...
Así como durante la segunda década infame la política
estuvo bajo la tutela de la economía, en la actualidad existe la pretensión de
que el poder político se ubique un escalón por debajo del poder judicial.
Cuestión que es necesario desarrollar con suma precisión de modo no oscurecer
el debate. Luego de muchos años y varias aberraciones cometidas los economistas
han perdido predicamento como poder propagandístico. Aquel sistema político
perverso trajo aparejado infinidad de conflictos que explotaron en la
contemporaneidad. Los beneficiados de aquellas políticas pretenden mantener sus
prerrogativas en el ámbito judicial, campo en donde cuentan con una buena
cantidad adherentes y entusiastas. Por entonces la justicia no actuaba,
prefería abstenerse, eran decisiones políticas afirmaban. Hoy resulta que el
razonamiento es diametralmente inverso.
Rompe a los ojos que la justicia es un poder político
más y que actúa como tal. Al respecto la Ley de Medios Audiovisuales nos colocan
de cara a la realidad. Entonces ¿qué es lo que se sostiene cuando se habla de
legalidad?, ¿Cuántas posibilidades tiene un Gobierno para modificar inercias
injustas en tanto y en cuanto un poder fáctico, que se beneficia con esas
injusticias, continúa usufructuando de resortes judiciales permisivos.
Desde nuestra Intelligentzia vernácula judicializar a
la política está bien visto, mientras que politizar a la justicia resulta un
síntoma de antirepublicanismo, cosa que durante los noventa se exhibió de
manera evidente y que nadie se molestó por cuestionar. Es lógico, por entonces
dicho formato era útil para fomentar la concentración y la inequidad, hoy sería
un elemento imprescindible para redistribuir la riqueza, colectivizar bienes y
horizontalizar derechos.
De todas formas el poder judicial, sobre todo en los
terrenos civiles y comerciales, acaso un poco más solapadamente, sigue actuando
como un brazo político de las corporaciones que en la actualidad cuentan con
los inestimables servicios de algunos cuadros desplazados de la Secretaría de
Inteligencia, de manera que sostener esto como un síntoma de sano
republicanismo nueve a risa.
Verdades que existen, invisibilizadas quizás por el
periodismo “botaniano”, realidades tangibles que sufrimos todos los días los
sectores populares. Verdades que no son noticias, porque en definitiva las
cuestiones que enlodan a los sectores dominantes, a los poderes fácticos y perennes,
nunca los son.
Hay un momento en que no se hasta que punto todo esto es invisibilizado. Digamos que a esta altura de las comunicaciones me cuesta creer haya gente a la que, tanta información que habla de como actúa esta gente le es invisibilizado y por tanto nunca tuvo oportunidad de informarse.
ResponderEliminarGugleás con un par de parámetros y aparece tanta información que me da que pensar si no deberíamos replantearnos el análisis sobre la masa que supuestamente es engañada.