En el
marco del Foro por la Emancipación y la Igualdad —convocado y
extraordinariamente organizado por la Secretaria de Cultura del gobierno de
Argentina, dirigida por Ricardo Foster—, Cristina Kirchner encontró un momento
para recibirnos en la Casa Rosada.
A la
siempre renovada emoción de entrar en ese palacio gubernamental, nos
encontramos con una reunión de la Presidenta con cientos de muchachos, en
plena Casa Rosada, después de firmar el aumento de las becas estudiantiles. Se
podía oír su voz explicando el significado del acto que acababa de firmar,
en el marco de los días y meses tensos que vive el país.
Enseguida,
vino Cristina directamente a la sala en que escogió recibirnos. Después de
saludarnos personalmente, uno a uno, explicó que era la sala de despachos de
Evita, desde donde ella dirigió por última vez la palabra al pueblo, sala
contigua a la que usó Perón para también dirigir por última vez sus palabras,
momento que Cristina, joven militante, alcanzó a presenciar. La sala de Evita,
como suele ocurrir, tenía una vidriera con uno de sus vestidos y otras prendas
personales de la gran líder argentina.
Acto
seguido, Cristina nos dirigió algunas palabras, expresando sus inquietudes,
como militante y como Presidenta de la República. Empezó por ubicarse como
alguien del mundo de la modernidad, que encuentra dificultades para encontrar
las explicaciones que necesitamos en un mundo de la posmodernidad.
Como
acostumbra, fue directamente al grano: el momento más importante
de la historia contemporánea, que, a su juicio, no fue la caída del Muro
de Berlín, sino la caída de las Torres Gemelas. Dejó claro que obviamente la
caída del Muro cerraba el período de la modernidad, pero que lo que habría
introducido la posmodernidad fue la otra caída, la de las Torres Gemelas.
Nos
explicó hasta qué punto ambos acontecimientos nos han marcado, detallando
de forma precisa dónde estaba, con quién estaba, cómo se enteró y
cómo reaccionó a la caída de las Torres Gemelas. Pero, en comparación, no tenía
ni idea de dónde estaba, con quién, de qué forma tuvo conocimiento y
cómo reaccionó ante la caída del Muro de Berlín.
Según la
Presidenta, se podría explicar incluso la caída del Muro de Berlín con los
argumentos de la modernidad –derecha/izquierda, capitalismo/socialismo, etc.–
aunque ello contradijera las expectativas que teníamos en la izquierda sobre
esas mismas polarizaciones.
Pero los
atentados terroristas que llevaron a la caída de las Torres Gemelas abrían un
nuevo período, introduciendo las razones religiosas en la consecución de parte
importante de los fenómenos que marcan lo que ella considera que es
el inicio de la posmodernidad.
Constató
como otro elemento del nuevo período es nuestra incapacidad para dar cuenta de
fenómenos importantes de nuestro tiempo, especialmente la naturaleza de ese
período. Cómo nos están faltando las grandes teorías que no solo habían
explicado los períodos anteriores, sino que los habían anticipado y proyectado.
De manera
audaz, pero no menos pertinente, Cristina dijo que no son los acontecimientos
los que generan las ideas, sino que son las ideas las que propician nuevos y
grandes períodos históricos, apuntando hacia el futuro. La falta de estas
teorías en la actualidad, nos conduce, de alguna manera, a vuelos ciegos.
Lo que
hacía Cristina era interpelar a gente como Noam Chomsky o Leonardo Boff, entre
tantos otros, para que le ayudaran a encontrar las brújulas que, anteriormente,
las grandes interpretaciones teóricas habían sido para la militancia y para los
gobernantes que se atrevían a asaltar al cielo.
Los
intelectuales tienden a interpelarse unos a otros, a elaborar teorías sobre
teorías, ideas sobre ideas, de espaldas a la realidad concreta, de tal forma
que es fundamental que los gobernantes que, como ella y otros en América del
Sur hoy se atreven a descifrar el futuro por la vía de gobiernos audaces,
interpelen constantemente a los intelectuales, haciéndoles llegar sus
preocupaciones, las cuestiones que la práctica de la dirección política de
nuestras sociedades ponen a los que asumen con coraje esas responsabilidades.
Cristina
no pudo venir al Foro, pero la misma reunión sirvió para hacernos llegar sus
angustiosas preocupaciones: ella, en sus trajines cotidianos, no tiene
posibilidad de dedicar tiempo para su abordaje. Quedó la interpelación para los
que tengamos sensibilidad y posibilidad de aportar para atender las
preocupaciones de esa Presidenta tan singular en su vigor, en su coraje, en su
audacia, en su encanto como persona y como dirigente, que Argentina tiene el
privilegio de disponer.
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