LO DICE LA NACIÓN. A LA OPOSICIÓN NO SE LE CAE UNA IDEA… y eso que son corporaciones como La Nación las que bajan línea…
Candidatos
huérfanos de ideas políticas
Los principales aspirantes a la presidencia no
ofrecen un discurso que se atreva a fijar posición en temas importantes;
prefieren, en cambio, refugiarse en el lenguaje liviano del marketing y evitar
toda confrontación
Por Damián Fernández Pedemonte | Para LA NACION
En
su famoso cuento "Tlön, Uqbar,
Orbis Tertius", Jorge Luis Borges imagina un grupo de intelectuales que ha
creado un mundo llamado Tlön, que describen detalladamente en una enciclopedia
y cuyos elementos imaginarios empiezan a comparecer en el mundo real. Al final
el narrador vaticina: "El mundo será Tlön".
Las
elecciones generales se aproximan en nuestro país en un contexto en que el
kirchnerismo abarca casi todo el campo de la política y los candidatos
opositores con alguna chance de llegar al poder parecen no ser conscientes de
la probabilidad de que "el mundo siga siendo Tlön". La reciente
elección de Carlos Zannini como vicepresidente del (ahora sí) candidato
oficialista Daniel Scioli ha monopolizado los comentarios políticos y eclipsado
a las demás fórmulas presidenciales.
Si
algo tiene de sorprendente esta campaña es que está sucediendo previsible y
mediocremente en contra de los vaticinios. Primero se profetizó que, de no
arreglar con los fondos buitre, el Gobierno llegaría al final de su mandato con
enormes dificultades económicas. Pero ¿quién se acuerda hoy de los fondos
buitre? Luego, yo mismo sostuve en la nacion que el caso de la muerte del
fiscal Nisman iba a marcar el declive de la estrategia discursiva del
kirchnerismo. Y, en cambio, esa estrategia sigue mostrando su capacidad para
metabolizarlo todo. El crecimiento de la imagen positiva de la Presidenta y su
siembra de funcionarios, jueces y candidatos para después de su salida ubica la
campaña lejos del proclamado "fin de ciclo".
El
kirchnerismo pasa a la historia como un discurso: la enunciación que durante
una década ha establecido la agenda, los enemigos, los destinatarios y las
víctimas, los límites de lo decible y los requisitos para poder decirlo. Un
discurso que poco tiene que ver con la verdad o con la ética. Por ejemplo, el
ministro de Economía afirmó que no conocía el número de pobres del país.
Después, la Presidenta afirmó ante la FAO que el índice de pobreza de la
Argentina es de 5%. Menos de 20 puntos de lo que sostienen ATE y el Barómetro
de la deuda social de la UCA. En el kirchnerismo, la ausencia de datos es el
mejor aliado del supuesto éxito de la política social. Un maquiavelismo de
largo plazo prevalece: lo que termina bien para el Gobierno es lo bueno. Que la
Presidenta termine su mandato con el poder incólume justifica todas las
maniobras precedentes.
Los
candidatos a suceder a Cristina Kirchner parecieran moverse como si estas
elecciones no se dieran bajo la larga sombra del kirchnerismo. Sus asesores
recomiendas tácticas de marketing descontextualizadas: insistente presencia en
la TV de más rating, que es la de entretenimiento; grandes gastos en publicidad
televisiva y de vía pública; redes sociales, y volantes con frases sin
compromiso, logos y colores. Scioli, Macri y Massa son marcas y son, en gran
medida, intercambiables: hay más semejanzas de estilo y de lenguaje que
divergencias, aunque el marketing prescribe la diferenciación.
Estas
tácticas no van acompañadas por la construcción de un discurso, el esfuerzo por
incoar algo semejante al relato que el kirchnerismo narró durante diez años con
tanta profesionalidad y consistencia. Es verdad que lo hizo desde el poder, y
con presupuesto, pero también con contenidos. En cambio, asistimos a una
campaña sin contenidos. Scioli sigue con el método que tan buenos resultados le
ha deparado: no hablar de nada en concreto. La Presidenta le hace la campaña.
Si los otros candidatos siguen mostrándose tan lánguidos, no hay duda de que
será el próximo presidente. No sabemos qué sería el kirchnerismo con Scioli
como presidente, pero respecto de su programa de gobierno tenemos su
gobernación de la provincia de Buenos Aires como muestra.
El de
Macri y Massa parece un discurso construido en los huecos dejados por el
kirchnerismo. Han sido informados de que una mayoría del electorado querría
cambiar el modelo, pero siempre y cuando se conserven muchos beneficios
alcanzados en este tiempo. El target es un promedio. La táctica parece ser no
molestar, no entrar en temas que exijan definiciones, contraponer al estilo
confrontativo y a la teoría del conflicto el lenguaje liviano del management,
sobre todo en el caso de Macri, quien habla de buena gente, oportunidades,
gestión. No hay rivales para ese discurso huérfano de ideología, porque no hay
contra qué rivalizar. Los eslóganes del relato kirchnerista anclaban en un
sentido común profundo de la población: el Estado como articulador de las
identidades, el enfrentamiento con las corporaciones impopulares, un cierto
nacionalismo económico. De existir, los marcos interpretativos que proponen los
candidatos son superficiales.
Los
candidatos, y también muchos medios de comunicación y muchos empresarios,
ocupan el lugar en el teatro de operaciones que el kirchnerismo decidió para
ellos. Los asesores de los candidatos admiran la eficacia de la política
kirchnerista: el verticalismo, la uniformidad de los argumentos. Por esa
admiración, algunas tácticas y tonos del kirchnerismo se han visto en la
interna de Pro en la ciudad o en la política de acuerdos de Macri.
¿No
hay mucho para decir sobre la etapa siguiente a un Gobierno que deja tantas
cuentas pendientes como la desnutrición infantil, la concentración de la
riqueza, la corrupción en torno al Estado, la inflación, la desinversión en
energía, el derrumbe de la reputación internacional? ¿No hay en el atropello a
las instituciones democráticas y a las libertades y derechos cívicos un campo
semántico para la elaboración de un nuevo discurso? ¿No hay víctimas
desatendidas por el Estado kirchnerista que esperan que la política preste
atención a su movilización? ¿No son las madres del dolor, los asambleístas de
Gualeguaychú, los familiares de AMIA y de Once, entre muchos otros,
destinatarios vacantes de un nuevo discurso?
En
octubre de 2001, durante las elecciones presidenciales de Brasil, el candidato
Lula lanzó el proyecto Hambre Cero: inauguró su mito de gobierno. Se acercan
las elecciones y hasta ahora el discurso poskirchnerista no ha empezado ni
siquiera a articularse. Falta un enunciador que levante la voz, que se
diferencie sin cálculos, un nuevo lenguaje que aglutine a todos los que se
oponen, estirándose hacia la centroizquierda, más que evitar molestar a los que
sólo quieren un lavado de cara. La campaña avanza y aún falta un discurso
alternativo al kirchnerista.
El autor es director de
la Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral.
Fuente: La Nación
Durante años los medios les impusieron su propia agenda a los opositores y estos la aceptaron sin chistar. Ahora se quejan que son unos pobres infelices que no pueden armar un discurso opositor aceptable. Y no..
ResponderEliminarSon como esos padres sobreprotectores que les dan todos los gustos a sus hijos y que cuando estos son grandes se quejan que son unos pobres tipos sin iniciativa y totalmente dependientes.