UN EXTRAÑO FENÓMENO DE BANALIZACIÓN: LA ACEPTACIÓN DE LA HUMILLACIÓN COMO INCISO DE CAMPAÑA.


INTRATABLES, EN EL CENTRO DE LA CAMPAÑA
El prime time de los políticos
Por Daniel Riera para Le Monde diplomatique Cono Sur


Con siete puntos promedio de rating, Intratables es el programa más visto del año electoral. El show político estrella de América tiene un panel heterogéneo y belicoso e invita a candidatos de todos los estilos y colores. Crónica de un set por donde los políticos pasan y sufren.
A los de Gran Hermano los tenemos dos minutos paraditos ahí y a la mierda”, dice uno de los productores de Intratables. Así será. Lo que en sus comienzos fue un programa livianito, farandulesco, de verano, se convirtió en el ciclo político más visto de la televisión argentina. Por eso la presencia de los “chicos” que pugnan por entrar en la “casa” ya no tiene relevancia en Intratables: es apenas un chivo con el cual hay que cumplir porque el canal así lo exige. Por eso entre los cuatro participantes, Santiago del Moro, el conductor del programa, prefiere a la que tiene una mano ortopédica.


—Me gusta porque no te victimizás, como Daniel Scioli –le dice Del Moro a Belén Bianchi, en la noche del jueves 18 de junio, cuando la noticia política excluyente es la confirmación de la fórmula Scioli-Zannini como candidatos del Frente para la Victoria.


—Msseé –responde la rubia, y tal vez haya dicho algo más, pero a nadie le importa, y menos que menos al conductor, que intenta, como sea, no desviar el foco de la noticia del día. 


Con un promedio de siete puntos de rating, Intratables es, lejos, el programa político más visto de la televisión argentina. Empezó en enero de 2013 como un programa livianito, de verano, con invitados como Ricardo Fort o Vicky Xipolitakis. De a poco fue mutando a lo que es hoy. Es curioso: se trata de un programa político denostado por muchos consumidores de información política “de paladar negro” y mirado a la vez por mucha gente que no consume habitualmente programas políticos. En otras palabras: es un programa que, bien aprovechado, puede traerles votos a los políticos que lo visiten. Aunque también, ojo, mal aprovechado podría restárselos. 


Aquí están hoy los panelistas: de un lado, María Julia Oliván, Jonatan Viale, Débora Plager, Carlos Campolongo; del otro, Silvia Fernández Barrios, Paulo Vilouta y Liliana Franco. Alrededor de ellos, una escenografía que simula una ciudad de noche. En el centro, entre un panel y el otro, de una punta y de la otra, sitios para que se sienten los invitados y una pantalla gigante que ilustra el tema de conversación con imágenes de archivo. Además están los informes, editados con un tono, una estética y una locución que remiten inequívocamente al programa de tele sobre la tele Bendita. ¿Será eso Intratables? ¿Algo así como el Bendita de la política? Bueno, no, no es tan sencillo… 


Ahí está Martín Lousteau, candidato de ECO a jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Es un buen invitado, en términos televisivos. Tiene un tono cancherito, está en pareja con Carla Peterson, se expresa bien, tira zócalos. Algunos medios han dicho durante el día que acordó el apoyo de Luis Barrionuevo a su candidatura. El rostro de Barrionuevo en pantalla gigante, detrás de él, complica o ridiculiza un poco su desmentida.


—Querés el derecho a réplica –dice Santiago del Moro.


—No, ni siquiera es eso. El derecho a que me pregunten si es cierto –se desmarca Lousteau. Un rato después agrega una frase que cualquiera que haya visto TV en los últimos años sabe que será replicada en otros programas hasta el hartazgo y en blanco y negro:


—Yo no estoy diciendo que no me juntaría con Barrionuevo. Yo dije que no me junté.


El ominoso rostro de Barrionuevo sigue ahí, detrás de Lousteau. El candidato de ECO agrega que los políticos conversan constantemente con gente de otros sectores, que de eso se trata, también, su trabajo, y cuenta una anécdota.


—Hace unos días, en Rond Point (pronuncia “rond puan”, lo cual es correcto, pero habrá que ver si lo favorece en este caso) me crucé con Cavallo, con quien estudié en Yale, y por supuesto, lo saludé… Si alguien hubiera sacado una foto, podrían haber dicho…


—¡Te sacan una foto con Cavallo y tenés que comprar un nicho en Jardín de Paz, querido! –lo destroza, con sentido común de barrio, Paulo Vilouta. 

No es, decididamente, un buen día para Lousteau. Dice que no es cierto, tampoco, que su fuerza esté vinculada con Enrique “Coti” Nosiglia.

—Si quieren, pregúntenme por Chrystian Colombo –ex jefe de Gabinete del gobierno de De la Rúa– y no tengo problema en decir que soy amigo.
—El cuñado del Coti –lo vapulea Campolongo.


—La gente no sabe estas cosas –acota Del Moro.


Es como si estuvieran jugando al “loco”, pasándose la pelota mientras Lousteau, que está en el medio, trata de agarrarla sin suerte. Sus desmentidas, para colmo, también les importan poco a la producción y a los panelistas del programa, que van y vienen al móvil en Casa de Gobierno, donde la Presidenta está reunida con Daniel Scioli y Carlos Zannini, donde se espera que aparezca Florencio Randazzo y diga si acepta o no la candidatura a la gobernación de la provincia. Todavía estupefacto ante una información fresca que modifica el panorama político, Lousteau elogia la estrategia oficial. Dice que el gobierno “sabe abroquelarse”. Así termina su paso por Intratables, con un elogio al gobierno del cual es opositor y una desmentida a medias. A simple vista, no se observa que nadie lo haya maltratado y no podrá decir que no lo dejaron hablar, pero claramente perdió la contienda. 


—Es extraño, mágico y desmesuradamente visceral lo que pasa en este programa –dirá Del Moro, en camarines, luego del programa–. Se debate sobre temas muy delicados, se va amasando la actualidad política del país. Será porque yo vengo de otro palo, que no soy de este mundo, que cuando el programa viró hacia una actualidad política más dura le pude imprimir otro color, otra manera de hacerlo. Vengo de un programa para teenagers de un canal de música y después pasé a un programa de chimentos. Intratables tiene el timing de los programas de videoclips y la espectacularidad de los programas de espectáculos. 


Silvia Fernández Barrios –sí, la misma de 60 minutos en la ATC de la dictadura– y Paulo Vilouta “chucean” a María Eugenia Vidal. Al igual que antes Martín Lousteau, la candidata a gobernadora de la provincia de Buenos Aires por el PRO elogia la capacidad del kirchnerismo para estrechar filas. La pregunta se repite con diferentes matices: ¿Y por qué no se unen ustedes con Massa? ¿Qué tiene ahora de distinto a 2013, cuando se colgaron de sus listas en la provincia de Buenos Aires? Vilouta no es, lo que se dice, un analista político. Puede parecer algo rudimentario, incluso, pero tiene una virtud esencial: evita que los televidentes se duerman. Pregunta o mete baza cada vez que siente que un entrevistado está “planchando” el programa. 


Vidal apela a un golpe bajo y zafa: dice que estuvo con una señora en Berisso cuya hija murió por causa de una mala praxis. Dice que a esa señora no le importa si ella va con Massa o no. Tiene razón, claro, sólo que la misma respuesta puede ser aplicada a cualquier pregunta. Si tu hija murió por mala praxis, es probable que cualquier otra cosa te importe un carajo, incluyendo el juego de alianzas de los partidos para las PASO, la música que escuchan todos, el precio del pan... La respuesta no admite el menor análisis racional, pero desde lo emocional –territorio televisivo por excelencia– es inatacable. ¿Cómo contradecir a un candidato que se acuerda de una madre cuya hija fue víctima de mala praxis? Vidal entiende el juego del PRO y el del programa: hace política diciendo que la política no tiene importancia, como esos evangelistas que dicen que no hablan de religión sino de Jesucristo. Mezcla peras con manzanas, pero apela al corazón del espectador. 


Hoy no hay beligerancia entre los panelistas: lo importante está ocurriendo afuera y lidian con bastante elegancia ante ese inconveniente. Liliana Franco dice que tiene información según la cual a Florencio Randazzo no le han ofrecido la candidatura a gobernador de la provincia de Buenos Aires sino apenas que encabezara la lista de candidatos a diputados nacionales. Vilouta la cruza, le dice que eso no es cierto, que sus fuentes la informaron mal. Franco se enoja. La discusión no es grave. Vilouta concilia: le dice a Franco que no la está desautorizando, que es un dato equivocado, alguna vez en la vida, no tiene nada de grave, que cualquiera puede cometer un error. Parece que se hubiera enojado de verdad, porque en la tanda siguen charlando. Pero pasa. Un fantasma recorre el programa: es el de Diego Brancatelli, el único integrante del panel que se reconoce como kirchnerista y que hoy está ausente. 


—Brancatelli se debe querer matar –dice Del Moro antes de que empiece el programa–. Brancatelli debe estar llorando –repetirá al aire antes de que termine. Cuando termine el programa, los panelistas seguirán haciendo bromas sobre lo mal que se debe sentir ante la evidencia de la candidatura de Daniel Scioli. Y los seguidores del programa, seguramente, se preguntarán lo mismo y esperarán al día siguiente para despejar la incógnita. En la lógica del programa, Brancatelli es “el kirchnerista”, un personaje con un único rasgo, como en Titanes en el Ring existían “El hombre de la barra de hielo” o “Mr. Moto”. Diego Brancatelli milita en La Cámpora, hizo pública su simpatía por la candidatura de Florencio Randazzo y al cierre de esta edición se supo que será candidato a concejal en una de las listas que compiten en las PASO del Municipio de Ituzaingó, provincia de Buenos Aires.

—El panelista más radical, el más definido por el lado del periodismo militante, es Brancatelli, pero a Brancatelli nadie le pidió que haga de Brancatelli. Él es así –dice Del Moro. 


—Yo siempre fui militante, creo en este proyecto, en Cristina y en su conducción –se posiciona Brancatelli, al día siguiente–. A mí me llega una rutina diaria y cada periodista elige sus fuentes y su opinión. De acuerdo al tema, yo consulto. Si otro periodista consulta, son sus fuentes. Si consulto yo, dicen que estoy operando. Nadie me ha dicho qué decir, nunca repetí nada, siempre busqué fuentes. Si lo que yo opino les parece inteligente, positivo y productivo, felicítenme porque es todo construcción mía. Si les parece criticable, berreta y pobre, critíquenme a mí por la misma razón. 


El primer invitado del viernes 19 de junio es Mariano Recalde, presidente de Aerolíneas Argentinas, candidato a jefe de Gobierno por el Frente para la Victoria. Antes de empezar el programa, Recalde y Brancatelli conversan largamente en el centro del estudio. Del Moro observa la escena y dice: “¡Qué foto esta!”. Los demás se ríen. Hoy no están Silvia Fernández Barrios ni Campolongo. Felizmente, tampoco hoy está Ceferino Reato, biógrafo de Videla, exitoso autor de libros periodísticos ultraderechistas. Florencio Randazzo no aceptó ser candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires. Recalde dice que está satisfecho con la fórmula, que es representativa del proyecto, que está contento porque el Frente para la Victoria tiene fórmula, etc. Recalde nunca se manifestó “randazzista”. En esta emisión de Intratables, la presencia de Brancatelli es mucho más importante que la de Recalde. 


—Estás haciendo una terapia de 24 horas –lo gasta, suavecito, Vilouta.


Brancatelli dice que no, que Cristina eligió, que Cristina sabe, que confía, etc. De fondo se oye la marcha fúnebre.


—Vos decís que es la que más sabe pero eligió a Cobos y a Boudou –acota Vilouta.

—Tenés razón, no sabe nada –contraataca Brancatelli. Queda claro que “televisión” y “razón” no necesariamente van de la mano. La toma de catch de “El kirchnerista” ha funcionado: la posibilidad de que la Presidenta se haya equivocado una o dos veces al elegir a sus compañeros de fórmula queda sin analizar ante el eslogan burlón. Como no se puede afirmar que la Presidenta “no sabe nada”, tampoco se puede analizar si cometió o no algún error puntual. Porque el dilema se reduce a dos opciones: o Cristina se las sabe todas o no sabe nada. 


Pasa Recalde, tan amable como tedioso, sin mayores sobresaltos, hasta que la salvación viene de afuera. Del Moro recibe un whatsapp. Soy Diego Maradona. Luego otro. Quiero hablar con Recalde. ¡Chan! ¡Suspenso! ¡Televisión! ¿Qué querrá decirle? Del Moro llama. La conversación se corta. Lo intenta de nuevo. Lo mismo. Del Moro le pasa el teléfono a un productor, que al fin logra comunicarse. Al fin, habla Diego, en su actual tono balbuceante.


—Claudia, en tu publicidad está demás. Porque Claudia –la ex esposa, madre de Dalma y Giannina, que participa activamente en la campaña de Recalde– tiene diez tapados de visón y tres millones de dólares en joyas y vos tenés que poner en tu publicidad a gente que la esté luchando –dice, mientras Recalde lo escucha, atónito.


Luego, para matizar o tal vez para aclarar que su problema es con Claudia y no con el kirchnerismo, Maradona agrega:


—Vos sos del mismo palo que yo, porque yo al otro (hemos de sospechar que se refiere a Horacio Rodríguez Larreta) no lo voto ni con 27 botellas de champagne encima –y entonces Recalde sonríe aliviado.

—¡Pico de rating! –exclama un productor, feliz, a mi lado. Al día siguiente, los medios anti K destacarán las críticas de Maradona a la participación de Claudia en la campaña y los medios K destacarán el apoyo de Maradona a Recalde.


Después aparece Raúl Castells: lo tenía olvidado, con su barba larga, su chalina, su vozarrón y apariencia de cantante folklórico, con una terrible foto de Néstor Femenía, el chico que murió de desnutrición el año pasado en el Chaco. 


—Estas cosas están pasando hoy en Argentina. Yo no vengo a discutir del sexo de los angelitos –anuncia.


El diputado Juan Manuel Pedrini, del Frente para la Victoria, le dice que las cifras de desnutrición han disminuido, que uno solo es mucho, pero que el gobierno está trabajando, etc. Castells se burla del “5 por ciento de pobreza”, cifra recientemente brindada por la Presidenta en el congreso de la FAO. Al finalizar el programa, exultante, les agradece al canal, al conductor y a los panelistas la invitación, así como al diputado Pedrini su disposición al debate democrático. Pedrini elogia entonces la actividad social de Castells. “Tiki, tiki, se pasan la pelota”, se queja uno de los productores del programa. Y tiene razón: con tanta amabilidad socialdemócrata, Castells ha desdibujado su participación. Si venís a hablar de un pibe que ha muerto de desnutrición, después no podés agradecer disciplinadamente que te hayan invitado. Es uno de los problemas que tiene la tele: los gestos importan tanto como lo que se dice. 

Fuente: Le Monde diplomatique Cono Sur



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