ELECCIONES DE OCTUBRE | Embarran la campaña ante la falta de votos – Miradas al Sur




Las campañas electorales, en realidad, ni son lo que muestran ni se preocupan con cumplir con parámetros dignos de algún código de ética o convivencia. A eso debe agregarse que, desde 1983 en adelante, aquellas tradiciones de compromiso, participación, “tiza y carbón”, movilización y organización, al menos parcialmente, fueron reemplazadas por la gerenciación de las actividades, los asesoramientos de imagen y la inclusión de grandes empresas de publicidad que diseñan a pedido de cada fuerza.
Después de los resultados del domingo 9 de agosto, transformados en una competencia entre candidatos y en lo que la prensa instaló como la “gran encuesta nacional”, los caminos se bifurcaron. El Frente para la Victoria, con la fórmula Daniel Scioli-Carlos Zannini, se entusiasmó con los resultados; estuvieron dentro de lo previsto y constituyen, a su criterio, la plataforma de lanzamiento de la búsqueda de los votos necesarios para un triunfo en primera vuelta.
Sus máximos candidatos aceitan la organización de sus dispositivos, basados en el trabajo de su propia fuerza y ya listo el diagrama de los puntos sobre los que deben apoyar la palanca de la tracción de nuevos votos que se sumen a los ya acumulados. Provincia de Buenos Aires, Capital y Córdoba, junto a Santa Fe y Mendoza son los sitios pintados sobre sus mapas sobre los que se van pinchando más banderitas, relacionadas con actos, presentaciones y, sobre todo, con el esfuerzo de la militancia de las organizaciones con más músculo territorial.
Por el contrario, la certeza de que la propuesta bicéfala de la oposición garantiza la victoria de Scioli y los deja sin posibilidades de reemplazar a Cristina Fernández, los grupos más concentrados de la economía y los medios de comunicación, con el empuje soterrado, y no tanto, del macrismo, decidieron presionar para que Sergio Massa baje su candidatura, al igual que María Eugenia Vidal, a pesar de los votos con los que sorprendió en la provincia más importante del país. La réplica no se hizo esperar, Felipe Solá, que decidió reinstalarse en el escenario a pesar de la desventaja de sus votos con relación a “la linda” del PRO y del FpV, dijo: “Campaña sucia” y fue una campana de largada.

Los balcones de Cristina

Cuando la mugre encharcaba el escenario, con el manejo del tema de las inundaciones, las agendas de los diarios de mayor peso informativo y hasta el cadáver de un joven jujeño, la Presidente les habló a todos, salió al balcón y no usó ninguna elipsis.
Estampó la frase: “No hay una campaña contra Daniel Scioli, hay una campaña contra el FpV, que empezó en 2011 cuando triunfamos en las PASO” y entró en tema al calificar de “obscenidad” al “disfrazarse de día de lluvia e ir al barrio a juntarse con los pobres”.
El pueblo sabe votar, podrá tomar las frases presidenciales como una didáctica de la realidad o las rechazará por incorrectas; la propia Presidenta hizo un ejercicio de análisis de los dichos y acciones en tiempos de campaña, al señalar que cualquier gesto puede ser visto como una “sobreactuación y una miserabilidad de nosotros”.

La percepción popular

La pregunta que habría que hacerse, cuando restan más de dos meses hasta las elecciones, es si las persistentes, invasivas campañas de enchastre, lanzadas por los medios hegemónicos y las llamadas redes sociales contra los candidatos del oficialismo, pueden cambiar el resultado electoral. No inciden en la capacidad de indignación de los ciudadanos: todos saben que son nubes de humo, nauseabundo, eso sí.
Porque, además, los índices de percepción económica dejan a las claras no sólo que los argentinos están contentos porque viven mejor –claro, dirá usted, no es difícil vivir mejor que en 2001–, sino que son conscientes de cuál es el camino a seguir. Los muestreos universitarios señalan que la confianza sobre el futuro, que mucho tiene que ver con los planes (y no sólo sueños) de cualquier ciudadana o ciudadano a cambiar de refrigerador o de auto el año que viene.
Las campañas que pasaron ya demostraron que no cambian la percepción electoral de la ciudadanía –Carrió, Lanata y Bulrich incluidos–, ¿y las que vendrán? Porque si pudieran esbozar siquiera una idea, una propuesta –sería mucho pedir un proyecto– no perderían tiempo en dedicarse a embarrar a otros. No se enteraron de que la Patria es el otro.
Hace tiempo ya que están en campaña de destrucción total de la imagen de la Presidenta, pero la realidad es que no les fue muy bien. Dinero mal invertido, seguramente.
La caída de las ventas de los principales diarios –guionistas de la oposición–, por un lado, y la elevada credibilidad y popularidad de Cristina Fernández de Kirchner –acosada ella, su familia y su gobierno en campañas sucias desde hace muchos años–, por otro, son pruebas de que el pueblo tiene una cierta idea de qué se trata.
La cancha y la agenda la sigue marcando “ella”, “negra”, “yegua”, “montonera”… La señora presidenta de los 40 millones de argentinas y argentinos. Por suerte.

Completamos el informe con este interesante reportaje al politólogo Andrés Malamud






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