Escribí un cuento don Sala, me dijo el tipo.




Escribí un cuento don Sala, me dijo el tipo. Tiene un ratito, es de turf. ¿Le gusta el turf? No mucho, le respondí. Recuerdo que mi viejo jugaba de ojito y por el diario; eso es lo más que me acerqué al deporte de los reyes. ¿Lo quiere escuchar? Dele mi amigo, mire que hermosa mañana, vamos a sentarnos al andén de la estación  ¿le parece?. Nos van a tomar por dos viejos trolos don Sala. ¿Y? Tiene razón, que se caguen, vamos…

“El Conservador” es un establecimiento que se dedica a la cría del pura sangre. No sólo es un activo participante de las competencias turfísticas nacionales sino que además también lo hace y con éxito fuera de las fronteras tanto a nivel deportivo como a escala comercial a través de un muy interesante intercambio dentro de lo que es la genética y la exportación de sementales. Fue entonces que en un gran premio Nacional su caballo insignia El Contador, cuyo mejor tiempo era de 1 38 20 la milla, se veía amenazado por un novel potro de una cabaña que hacía muy poco tiempo se había afianzado en el rubro. El Boga, del establecimiento “Justicia Social” había clavado 1 38 23 la milla y se rumoreaba que todavía no había llegado al techo de su evolución. Fue entonces que desde “El Conservador” diseñaron una estrategia que les brindara seguridades taxativas para triunfar habida cuenta que la carrera, como todos sabían, tenía una distancia de milla y media. Lamentablemente El Contador daba muy pocas confianzas en propuestas más extensas. Para esto no tuvieron mejor idea que colocarle sus chaquetas a dos ejemplares de sendos haras asociados. Desde “El Conservador” había llegado a la conclusión que no era rentable sacrificar ejemplares propios. De esta manera El Gran Simulador del establecimiento “El Soberbio” y El Sindicalista del haras “El Gatopardo” iban a vestir los colores rojo y blanco del establecimiento “El Conservador”, pero con otro modelo de guarda. La idea era entorpecer la carrera de El Boga cruzándose en la pista, arreándolo hacia el exterior, en fin, haciendo todo lo posible para que El Contador no sufra ninguna sorpresa y así el haras “El Conservador” logre nuevamente otro éxito en un Gran Premio. Lo que hay que saber es que tanto El Gran Simulador como El Sindicalista eran dos matungos que no llegaban a 1 49 la milla de manera que nadie se explicaba las razones por las cuales los responsables del haras “El Conservador” le metían plata a las patas de dos caballos en derrota.  Sucede que pocos dentro del mundo turfístico daba crédito a estos dos caballos de manera que había que disimular un poco tratando de no ridiculizarlos poniendo algo de dinero sobre sus espaldas sobre todo si las chaquetas eran del mismo color. Hasta les pusieron los Jockey. Dos tipos duchos en las malas artes.


Terminó. ¿Qué le pareció, le gustó, don  Sala?

El cuento está bien armado, lenguaje atildado, es claro, pero ¿qué pasó, cómo terminó la carrera, hay una segunda entrega?

Se corre el domingo 25 y transmite en vivo La Dorrego… 

Incisivo lo suyo, léamelo otra vez, le pedí por favor al tipo… cosa que hizo de inmediato.. ¿Se lo puedo robar y colgar en el blog?, le pregunté. Faltaba más, me respondió, pero no me nombre, déjeme seguir siendo "El Tipo", tengo familia... No se preocupe le aseguré...



Comentarios

  1. ¿Y estos datos no están en La Blanca o La Rosada?
    ¡Tirame la trifecta!

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    1. Cómo va Moscón tanto tiempo... El tipo es burrero, habla de política en su idioma, pero no está mal el ejemplo.. Eso sí, tuve que corregir alguna que otra falta de ortografía.. Abrazo

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  2. Buenas, Don Sala, bien encaminado el cuento (que no parece cuento...)
    En la corrección de la ortografía se le escabulló la h de Haras..
    Va de onda y entre cumpas!

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    1. Gracias.. Dos cosas me ha enseñado compañero. Primero no confiar demasiado en texto ajenos y segundo leer más sobre cuestiones ecuestres..

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  3. Jaja, cuento de final abierto...

    ¿Cómo disfrazar dos matungos y hacerlos pasar por pingos de los buenos? Fácil: un poco de dinero y un jockey ducho en malas artes.
    Receta bastante universal, ¿no es cierto?

    Un abrazo,
    Esther

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