Joseph
Stiglitz-Adam Hersh para Revista Sin Permiso
www.sinpermiso.info
Los negociadores y ministros de Estados
Unidos y otros 11 países de la cuenca del Pacífico se reúnen en Atlanta en un
esfuerzo por ultimar los detalles del nuevo Trans-Pacific Partnership (TPP, Partenariado Trans-Pacifico), y
es necesario un análisis sobrio de su contenido. El mayor acuerdo de comercio e
inversión regional de la historia no es lo que parece.
Se ha hablado mucho sobre la
importancia del TPP para el “libre comercio”. En realidad se trata de un
acuerdo para gestionar las relaciones comerciales y las inversiones de sus
miembros. Y hacerlo en nombre de los grupos de presión empresariales más
poderosos de cada país. No nos equivoquemos: es evidente por la naturaleza de
las principales cuestiones pendientes, sobre las que los negociadores siguen
regateando, que el TPP no tiene que ver con el "libre" comercio.
Nueva Zelanda ha amenazado con
retirarse del acuerdo por la manera en que Canadá y los EE.UU. controlan el
comercio de productos lácteos. Australia no está contenta con la forma en que
los EE.UU. y México regulan el comercio de azúcar. Y los EE.UU. no están
contentos con la forma en que Japón gestiona el comercio del arroz. Estas
industrias están respaldadas por bloques de votantes importantes en sus
respectivos países. Y estos temas representan sólo la punta del iceberg en
términos de cómo el TPP impondrá una agenda que en realidad va en contra del
libre comercio.
Para empezar, tenga en cuenta los
efectos de un acuerdo que amplia los derechos de propiedad intelectual de las
grandes compañías farmacéuticas, como hemos conocido gracias a las versiones
filtradas del texto de negociación. La investigación económica demuestra claramente que tales
derechos de propiedad intelectual no sirven para promover la investigación, en
el mejor de los casos. De hecho, hay pruebas de lo contrario: cuando el
Tribunal Supremo invalidó la patente de Myriad sobre el gen BRCA, se produjo
una explosión de innovaciones que se tradujeron en mejores pruebas menos caras.
En efecto, las disposiciones del TPP restringirán la competencia abierta y
aumentarán los precios para los consumidores en los EE.UU. y en todo el mundo:
anatema para el libre comercio.
El TPP regulará el comercio de
productos farmacéuticos a través de una serie de cambios de unas reglas
aparentemente arcanas sobre temas como "la vinculación de patentes",
la "exclusividad de datos", y datos “biométricos". El resultado
real es que se permitirá expandir a las empresas farmacéuticas - a veces casi
por tiempo indefinido - sus monopolios sobre los medicamentos patentados,
excluir a medicamentos genéricos más baratos del mercado, e impedir a competidores
"biosimilares" la introducción de nuevos medicamentos durante años.
Así es como el TPP regulará el comercio de la industria farmacéutica, si los
EE.UU. se salen con la suya.
Del mismo modo, considere cómo los
EE.UU. esperan utilizar el TPP para regular el comercio de la industria del
tabaco. Durante décadas, las empresas tabacaleras estadounidenses han utilizado
mecanismos de defensa para los inversores extranjeros creados por acuerdos
similares al TPP para luchar contra regulaciones destinadas a frenar el flagelo
para la salud pública que es el consumo de tabaco. Bajo estos sistemas de
resolución de controversias inversores-Estado (ISDS), los inversores
extranjeros adquieren nuevos derechos para demandar a los gobiernos nacionales ante mecanismos de arbitraje privados
por reglamentos que consideren una amenaza para la rentabilidad esperada de sus
inversiones.
Los intereses empresariales
internacionales consideran imprescindibles los ISDS para proteger los derechos
de propiedad donde no existen el imperio de la ley y tribunales creíbles. Pero
este argumento no tiene sentido. Los EE.UU. están exigiendo el mismo mecanismo
en un mega-acuerdo similar con la Unión Europea, la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP), a pesar de que no hay duda
sobre la calidad de los sistemas jurídicos y los tribunales de Europa.
Todo el mundo está de acuerdo, los
inversores - cualquiera que sea su domicilio fiscal - merecen ser protegidos contra
expropiaciones o regulaciones discriminatorias. Pero los ISDS van mucho más
allá: imponen la obligación de compensar a los inversores por las pérdidas de
beneficios esperados y podría ser invocados incluso cuando las reglas no son
discriminatorias y los beneficios se obtienen causando daño a la sociedad.
Actualmente Philip Morris International
ha llevado a los tribunales a Australia y Uruguay (que no es socio del TPP) por
exigir que los cigarrillos lleven etiquetas que adviertan de su peligro para la
salud. Canadá, bajo amenaza de una demanda similar, se echó atrás de introducir
una etiqueta de advertencia igualmente eficaz hace unos años.
Dado el velo de secreto que rodea a las
negociaciones del TPP, no está claro si el tabaco será excluido parcialmente de
los ISDS. De cualquier manera, la cuestión más amplia sigue estando ahí: estas
disposiciones hacen que sea difícil a los gobiernos ejercer sus funciones
básicas: la protección de la salud y la seguridad de sus ciudadanos, garantizar
la estabilidad económica y la protección del medio ambiente.
Imagínese lo que habría ocurrido si
esas disposiciones hubieran estado en vigor cuando se descubrieron los efectos
letales del amianto. En lugar de cerrar las fábricas y obligar a los
fabricantes a indemnizar a los perjudicados, bajo los ISDS, los gobiernos
hubieran tenido que indemnizar a los fabricantes por no matar a sus ciudadanos.
Los contribuyentes habrían pagado dos veces: primero por el daño causado a su
salud por el amianto, y luego para compensar a los fabricantes por sus
ganancias perdidas cuando el gobierno intervino para regular un producto
peligroso.
No debe sorprender a nadie que los
acuerdos internacionales de los Estados Unidos regulen, en vez de liberalizar,
el comercio. Es lo que sucede cuando el proceso de decisión de las distintas
políticas se cierra a las partes interesadas no empresariales; por no
hablar de los representantes elegidos por el pueblo en el Congreso de los
EE.UU..
NO AL TPP HAY QUE FIRMAR HACER CAMPANIAS EN FACEBOOCK Y TODO LO POSIBLE ES REALMENTE NEFASTO
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