Segurola y Habana II






Política de Coronel Dorrego


Acabo de escuchar en forma completa el reportaje que en FM del Sol le hicieran al candidato a Intendente de Juntos por Dorrego, Hugo Cesar Segurola, cuestión que recomiendo con énfasis. Son 43 minutos en donde el periodista plasmó su actual posicionamiento político mostrando a las claras cuáles son sus fundamentos ante un posible gobierno y el rol de su agrupación en el campo de la oposición. Más allá de la diferencias ideológicas que tengo y sostengo me parece interesante y honesto el blanqueo de ciertas cuestiones que hasta hace poco tiempo parecían difusas y que por advertirlas en su momento me han costado algún insulto público del funcionario. Segurola hace muy bien en defender una opción acuarelizada de cambio pero lo que no puede obviar es su modificación en cuanto a paradigmas de origen. Y está muy bien y está en su derecho haber cambiado, lo que no puede ni debe hacer es entrar en estado de emoción violenta y ofender a aquellos que marcamos esas contradicciones. Recuerdo a un Segurola que hace pocos años denunciaba un marcado clientelismo laboral dentro del municipio por parte del oficialismo de la mano del abolengo, hoy acepta buenamente mantener determinadas plantillas políticas en ciertos sectores “para evitar” conflictos operativos. Esta actualidad de Juntos por Dorrego puede leerse de dos maneras: O fue virulento e injusto en su momento o se dio cuenta que no tiene cuadros políticos para afrontar las aéreas administrativas. Es evidente que Segurola ha sido escogido y el ha aceptado el convite político del establishment local para ser la otra cara de la misma moneda Proradical. Y está bien, y es legítimo que no quiera que exista otra moneda. A mi criterio Coronel Dorrego necesita de otra moneda, no tan devaluada, no tan pobre en cuanto a sus aspiraciones, una moneda que incluya solidariamente al colectivo de manera justa y natural, y no mediante la caridad mediática de un pseudoderrame que nunca llega. Dorrego necesita un cambio cultural en sentido antropológico, y para eso es necesario no temerle a la palabra. Cuando en el año 2011 se intentó traer la TDA, en donde hubo una explosión de inscripciones, la pata del Estado Municipal estuvo ausente ante el requerimiento de una leve inversión pecuniaria para colocar la antena. Les aclaro que era mucho menos que los honorarios cobrados por la Bersuit. Eso hubiera significado una tremenda ayuda para el bolsillo de muchas familias dorreguenses, montos que posiblemente se hubiesen volcado al consumo interno. El ejecutivo, de boca del Intendente, esgrimió como fundamento un llamativo macartismo antikirchnerista presuponiendo erróneamente que dicho sistema intentaba monopolizar el discurso ocultando que la operatoria prevé la incorporación de una señal local. Pero más llamó la atención que el HCD, incluido FORD, mantuvo un prudente silencio. ¿Yo tengo derecho a pensar que el hombre de Cablevisión haya tamizado sus intereses personales por los colectivos? De ningún modo, no tengo derecho ni voluntad estigmatizante, pero es necesario que meditemos que en oportunidades, acaso casualmente, los intereses se entrecruzan de mala manera. Lo mismo sucede en el rubro salud. Hoy por suerte con los Arsat 1 y 2 no precisamos ni la colaboración ni la autorización de los fascistas con carnet. En Coronel Dorrego lo público y lo privado se hacen tantas concesiones que llegan a parecerse. Nuestros funcionarios deberían cuando menos ser más prudentes. ¿Y por qué mencionó esto? Porque tiene que ver con un cambio cultural. Conocer y leer adecuadamente todas las variables y relaciones existentes socioeconómicas para saber cuáles son las motivaciones e intereses que persiguen cada una de las agrupaciones y hombres políticos, y de ese modo entender sus comportamientos y cambios. De ese modo la mentira tendría pata corta y el humo se disiparía mucho más rápidamente, sea quien sea el mentiroso, sea quien sea el fumador… En lo personal, como ciudadano, y dentro de la política dorreguense, desde hace varios años, veo a muchos con anchos dobladillos y largando oscuras humaredas realizando caminatas preelectorales, personas que una vez apoltronadas exhiben sin descaro alguno su verdadera altura política, sus peores vicios y sus reales intereses.

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