El atajo más peligroso
FRANCISCO BALAZS para miradas al sur
Tres días después de perder en la elección
presidencial, Sergio Massa no dudó en dar una clara señal de apoyo al macrismo
a partir de su lectura de los resultados del domingo pasado: “La mayoría de los
argentinos votó por un cambio”. Así también lo hizo el gobernador de Córdoba,
José Manuel de la Sota, al afirmar que “este gobierno le hizo mucho mal al
país”. El caudal de votos del cordobesismo fue determinante tanto para Sergio
Massa en las PASO como para el amplio triunfo de Mauricio Macri en esa provincia
una semana atrás.
Las posiciones de ambos, Massa y De la Sota,
apuestan a varias puntas. En primer lugar, a asegurar hacia dentro de la propia
fuerza una fuerte cohesión entre sus principales dirigentes. Tras la derrota
del domingo, sobrevolaba la posibilidad de una fractura interna a partir de que
muchos de sus referentes y candidatos a distintos cargos electivos ya habían
puesto a Macri como un límite.
Massa conoce bien lo que es perder aliados.
Padeció la diáspora de muchos dirigentes luego de su primer momento de gloria en
las legislativas del 2013. Una escalada de pronunciamientos a favor de Scioli
lo dejaría, para sus ambiciones futuras, muy debilitado. El límite a Macri ya
lo habían manifestado, entre otros, Facundo Moyano, José Ignacio de Mendiguren,
Alberto Fernández. El gran temor es que a esos nombres se les podrían sumar
muchos más, y de peso, tal el caso de Felipe Solá, quien horas más tarde sólo
atisbó a decir: “A los peronistas nos cuesta mucho votar a Macri”. La otra
punta de la ambiciosa estrategia de Massa, tras la derrota, y ante un triunfo
de Macri, es quedar posicionado como el líder de la oposición neoperonista,
especulando, temerariamente, sobre una lenta extinción del kirchnerismo que lo
dejaría como el único referente opositor.
Por otro lado, el documento presentado por
Massa el miércoles pasado, a manera de oferta de propuestas que deberían
aceptar los dos contendientes en el balotaje del 22 de noviembre para lograr su
apoyo, roza la pretensión de ignorar que el tercero, aunque codiciados sus
votantes por ambos finalistas del balotaje, logre imponerles medidas centrales
a cambio de su bendición.
Ante lo expresado anteriormente, pensar que
seguirle el juego a Massa de pasar de perdedor a imponer su plan de gobierno
sería uno de los atajos en la estrategia de conseguir la adhesión de sus
votantes sería equivalente a pretender que lo mismo podría aplicarse hacia los
votantes de Mauricio Macri y prometerles que el gobierno de Daniel Scioli se
inclinaría a hacer suyo el plan neoliberal republicano de la derecha.
Los votos no tienen dueños
Mientras que Massa oferta sus propuestas como
condiciones para decidir el apoyo de UNA al candidato que las haga propias, al
mismo tiempo afirmaba, en un alarde políticamente correcto, que los votos no
son de los dirigentes sino de los ciudadanos.
Las ecuaciones sobre cómo se comportarán los
cinco millones de votantes de UNA en la segunda vuelta abren especulaciones de
toda laya. Aseverar que un elevado porcentaje de quienes se sintieron atraídos
por las propuestas de Sergio Massa provienen de extracción peronista y que por
ello se inclinarían por Scioli ante la disyuntiva de tener enfrente a Macri
tiene mucho de verosímil.
El comienzo de la construcción política de
Massa la llevó a cabo convocando a un gran número de referentes políticos, ex
funcionarios e intendentes provenientes del kirchnerismo, así como una cantidad
de votantes que en 2011 habían elegido al Frente para la Victoria. Incluyó
también al llamado peronismo disidente, no kirchnerista. Coqueteó con líderes
sindicales como Hugo Moyano, Gerónimo Venegas y Luis Barrionuevo. En esos
primeros tiempos sus consignas se centraban en la lucha contra la inseguridad,
la inflación y la eliminación del Impuesto a las Ganancias, y el 82% móvil para
los jubilados. Desde allí se propuso ser una alternativa superadora del
kirchnerismo y salió decidido a disputarle el círculo rojo a Mauricio Macri.
Su declinación comenzó cuando su disputa por
ocupar el espacio opositor del PRO lo fue llevando a radicalizar sus propuestas
hasta el absurdo. Entre la ancha avenida y su inclinación a un discurso
punitivo y demagógico para competirle al PRO, pasó a reformularse con el slogan
“El cambio justo”. De aquella ancha avenida pasó a un estrecho callejón sin
salida que lo llevó a quedar tercero y fuera de competencia. Sin embargo, en el
último tramo de su campaña se reinventó como el único capaz de vencer a Scioli
en un balotaje. Así, su rival directo pasó a ser nuevamente Macri, disputándole
el espacio anti-K. Endureció su discurso, y no dejó ninguna señal de una
eventual coincidencia con el Frente para la Victoria.
Como resultado de este nuevo y último
reacomodamiento de estrategia en el tramo final de la campaña, endureciendo su
“antikirchnerismo puro”, levantó su caudal de votos pasando del 14 al 21%,
teniendo en cuenta que los votos de Córdoba en las PASO el domingo pasado
fueron en casi la misma proporción a Mauricio Macri.
La recuperación de
votos a favor del Frente para la Victoria no dependerá solamente de dibujar
estrategias de seducción hacia los votantes de Massa, sino la de persistir en
demostrar que el proyecto nacional tiene sustento en lo realizado en los
últimos doce años y que reforzar su continuidad y profundización es el único
camino posible. La estrategia del candidato espejo que se mimetiza con los
oponentes no solamente lleva a la derrota, como se ha demostrado en elecciones
anteriores, sino a algo peor que perder una elección y es perder y quedar
desdibujado.
De todos estos doce años quedan muestras del camino que no debe abandonarse. Cuando el kirchnerismo enfrentó dificultades, y perdió elecciones de medio término, sólo logro superarlas redoblando la apuesta, yendo para adelante y afianzando su proyecto de país. No hay lugar para que ninguna propuesta revestida de espejitos de colores ponga en duda el camino indeclinable de la independencia económica, la soberanía política y la justicia social.
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