Rodolfo Braceli sobre Osvaldo Bayer, la poesía, las
luchas, la memoria, el presente y el ser
de izquierdas… Sinopsis del prólogo incluido en el poemario Los Cantos de la Sed…
“... estamos frente a uno de los intensos del
mundo, los que saben y siente que pecar más que necesario es imprescindible,
porque sin el pecado el mundo de los humanos ya hubiera sucumbido en un desmayo
en cadena, masivo, sin retorno, que reemplazaría cualquier clase de
Apocalipsis. Pecado es no pecar, pecado mortal, definitivamente mortal. No hay
peor pecado que el que no se comete, así en la tierra como en la tierra...”
Bayer es un poeta, de lo contrario nunca hubiera
podido enarbolar y sostener, sin feriados, sus denuncias ante los consentidos
genocidios de entrecasa en nuestra patria idolatrada. Con esta faena ardua, pertinaz,
nos enseña que la memoria no es retroceso, es “semillación, de un futuro por lo
menos diferente.
El poeta Bayer, el ser de izquierdas Bayer, es un
porfiado cruzado de la solidaridad, es un revelador de despojos e injusticias
siempre licuados por la cómoda desmemoria. Nos enseña además que la paciencia
no es resignación, todo lo contrario, nos enseña que la incómoda y despreciada
memoria es la forma más ardua del optimismo.
Dice Bayer: “A veces no sé si soy egoísta. Predico
mi valentía y cuando veo que me siguen, los convenzo para que me dejen. Esto es
lo cobarde de mi valentía, me duele ver a los puros de corazón vivir de las
fiebres de mi frente… “
“Mis músculos son poderosos cuando abrazan, mil labios son hermosos
cuando besan, mis palabras son bellas sólo cuando aman, los pobres me dan
limosna, los ricos me envidian. ¡Mujeres! En mis palabras beberéis del vino más
puro y las mieles de los prados, en mis palabras siempre estará el poeta del
sombrero de alas anchas..”
¿Qué es la poesía?
Será la sed hasta las últimas primeras
consecuencias, será el verbo sin retorno arrojándose sin red, acaso lo sea el
navegante que en pleno mar decide quebrar el eje de su brújula, quizás la ética
hasta más allá de las últimas consecuencias, será tal vez la curiosidad sin
retorno, la desesperación entusiasmada, la ética convertida en ideología, el
pensamiento menos pensado, o el compromiso incondicional con todo lo humano que
tiene pulso sobre la tierra.
En Bayer como en Walsh, la militancia encarnó en la
literatura o viceversa, la literatura dispuesta a inmolarse en la acción, la
palabra hasta las últimas consecuencias, la palabra sin red, la palabra que
cuesta la cárcel, el exilio o la vida. Una palabra arrojada así de ese modo en
el mundo no puede no ser poesía..
Qué duda cabe que Osvaldo es un poeta, es su forma
de estar dentro del mundo, poeta de cuerpo y de palabra sobre esas causas
perdidas socavadas por la obscena desmemoria, esas causas que nuestros pulpos
medios de descomunicación ningunean, minimizan y ocultan si asco. Justamente
poesía de entrega discreta, sin alardes, sin mediáticos heroísmos. Honra y
merece el aire que respira, hace poesía al andar, no le baja la mirada al
abismo, salta sin red, insiste en machacar sin ser por ello reiterativo.
Reiterativa es la crueldad y la “asesinación” consumada por el
neoconservadurismo, por el neoliberalismo, por el neodesguace, por la
neobuitredad. Bayer es el poema, nada más arriesgado que la poesía de las
acciones concretas en este valle de lágrimas propiciadas en estos asfaltos
sembrados de hipocresías, agachadas, mutaciones oportunistas, de alevosa
desmemoria convalidada por la incoherencia convertida en hábito.
Ser o Parecer de Izquierda
Entrando al siglo XXI después de Cristo éramos
un agujero con forma de mapa, un conato
de país que milagrosamente conservaba sus nueve letras del apellido. Este
entretenido sitio había sido “rifatizado” con el fervor de la impunidad,
saqueado más adentro que desde afuera, entregado obscenamente, loteado al peor
postor en sus reservas energéticas, donado a rajacincha. Un poco más atrás,
hacia mediados de 1976, este sitio fue desangrado, violado en sus vidas y en
sus muertes al compás de una complaciente indiferencia civil, empresarial,
ruralista, mediática, eclesiástica, indiferencia que por extendida y general ni
disminuye un gramo en su criminalidad. El caso es que la violación de vidas y
muertes no fue suficiente, encima se robaron criaturas desde la placenta, por
cientos se las robaron. La cuestión es que aquí no quedaron ni los mástiles,
desgracia con suerte, acaso aliviadora ¿Qué bandera hubiéramos izado?...
Aquí hay un emporio derechas y una manga de
izquierdas, pero con una diferencia capital: las derechas son opciones
camufladas en los grandes partidos. Hay derechas explícitas y derechas que no
lo parecen. Estas y aquellas tienen un rasgo sólido en común: siempre se
juntan, no descansan, ni en los días de guardar, y guardan siempre.
En cuanto a las izquierdas de la Izquierda: decir
que esto es un archipiélago resulta en el fondo una especie de autoelogio.
Observando la implacable coherencia de Bayer podemos advertir que aquí, a lo
largo de décadas, las izquierdas han insistido en confundir estribillo con
ideología. Entre la vanidad y el capricho, cada brote de izquierda o de
progresismo se autodecapita antes, mucho antes de despuntar y probarse en
gestión concreta. La pavorosa capacidad para el suicidio temprano hace que las
izquierdas de esta presunta izquierda nacional no necesiten de enemigos. Al
enemigo, vuelta a vuelta, le ahorra el trabajo. En realidad nuestras izquierdas
no mueran jóvenes ni niñas, no pasan del conato, del presentimiento prenatal,
son esquirlas de una cascote inocuo, esquirlas de ética intermitente.
En cambio Bayer ha hecho una ética de la ideología,
moral que aflora constante y porfiada en sus escritos y en su hacer.
Sucede que padecemos por estos Pagos una suerte desertores
que sin embargo se las arreglan para figurar y estar al frente de los canto de utopía.
Ya no se puede juzgar más a la piedra ni perdonarle nada, basta de echarle la
culpa de la pedrada. Pienso y siento que muhcos menos que pocos pueden afirmar
por la mañana “yo soy de izquierda”. Eso “soy de izquierda” sólo se puede
sostener al final del día, después de revisarnos la jornada, después de ver que
dijimos con las palabras y qué hicimos con las acciones, después de ver qué
trecho hay entre nuestros dichos y nuestros hechos…
Excelente editorial
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