Pobreza, desigualdades y
libertades
Fuente. Revista Sin Permiso
Conferencia de Daniel Raventós, profesor de la
Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona, miembro del
Comité de Redacción de sinpermiso y presidente de la Red Renta Básica. Es
miembro del comité científico de ATTAC. Su último libro es ¿Qué es la Renta
Básica? Preguntas (y respuestas) más frecuentes (El Viejo Topo, 2012).
Muchas gracias a las personas que han hecho posible
este evento y que me han dado la oportunidad de compartir y discutir con todos
ustedes algunas propuestas políticas y económicas. Gracias, pues, a los
senadores Luis Sánchez y Miguel Barbosa, a los miembros de la CEPAL Hugo
Eduardo Beteta y Pablo Yanes, a Rubén Islas, al Senado de la República de
México.
Me toca hacer la primera conferencia de este
Seminario Internacional lo que significa que tendré que hablar de algunas
generalidades sobre aspectos relacionados con la Renta Básica que las personas
que hablarán en las sesiones posteriores ya no tendrán la necesidad de repetir.
El título de este seminario internacional es “Renta Básica y distribución de la
riqueza” y el título de mi intervención es “Renta Básica: pobreza, desigualdad
y libertades”. Intentaré ceñirme muy estrechamente a estos enunciados.
Permítanme citarles dos frases de personajes muy
diferentes. La primera es de Louis Brandeis, Juez de la Suprema Corte de su
país vecino, los EEUU, de 1916 a 1939, que dijo: "Podemos tener democracia
o riqueza concentrada, pero no podemos tener ambas." La segunda es de Cass
Sunstein, constitucionalista del mismo país que Louis Brandeis. En una
entrevista realizada por la University of Chicago Chronicle, en abril de 1999,
apuntó: “El argumento de que la libertad depende de los impuestos es tan
elemental que uno puede abrigar cierta esperanza de que al menos alguna versión
del mismo sea aceptada.” Y continuaba: “No es que el punto sea sorprendente; lo
verdaderamente sorprendente es que existan argumentos en contra.” Tanto lo que
expresan Brandeis como Sunstein servirá de hilo de unión a mi intervención.
Las grandes desigualdades son una amenaza a la
libertad de la mayoría. No ha habido ningún autor mínimamente serio que haya
sido un defensor de lo que para simplificar podríamos llamar igualdad total. Si
“igualdad total” son palabras con algún sentido preciso. Efectivamente,
formamos una especie cuyos integrantes somos muy diferentes. Unas personas son
jóvenes y otras casi centenarias, unas gozan de buena salud y otras la tienen
muy precaria, unas son muy inteligentes y otras no tanto, a unas les chifla
leer prensa deportiva y a otras estudiar a Aristóteles, unas desean escalar
montañas y otras atiborrarse de pornografía, etc. Todo eso es muy trivial. Y
constatar estas evidencias resultaría innecesario si no fuera porque en
ocasiones estas grandes diversidades en las preferencias y en la constitución
natural se utilizan para intentar defender situaciones sociales que no son
producto de desigualdades más o menos neutras sino que son producto de
desigualdades completamente inicuas. Hay desigualdades que no afectan a la
libertad de la mayoría, pero hay otras que la comprometen cuando no la impiden.
Para los que somos partidarios de la más de dos
veces milenaria tradición de la libertad republicana, las grandes desigualdades
económicas son una amenaza a la libertad de la gran mayoría. Cuando un poder
privado es tan inmenso que puede imponer su voluntad o, más técnicamente, su
concepción particular del bien, al resto de la sociedad o a una gran parte, la
libertad de esta mayoría está seriamente afectada. Los poderes privados más
desarrollados que actualmente pueden imponer su voluntad a la gran mayoría de
la sociedad, incluidos muchos Estados que parecen estar a su servicio (y en
muchos casos están directamente a sus órdenes), son las grandes
transnacionales. Mediante amenazas de distinto calibre (migración a otro lugar,
cierre de fábricas…) estas grandes transnacionales han conseguido entre otros
objetivos: rebajas del impuesto de sociedades, bonificaciones fiscales muy
diversas, adjudicación de terrenos de forma ventajosa respecto a otras
empresas… Y todo esto sin tener en cuenta la corrupción y la compra de favores.
¿Alguien puede dudar que estas situaciones afectan a la libertad de la inmensa
mayoría? En otra sesión se hablará sobre un referéndum en Suiza sobre la renta
básica. No es de eso a lo que voy ahora a referirme. Sino a una barbaridad que
es completamente legal. Zug es una ciudad suiza en la que están censados unos
20.000 habitantes y tiene una superficie de 35 quilómetros cuadrados, pero se
trata de una ciudad muy especial. Zug es la sede de casi 30.000 empresas.
Muchas de estas sedes de grandes multinacionales ubicadas en este pueblo suizo
no tienen ni un solo empleado. Zug fue la pionera suiza en ofrecer impuestos
testimoniales a las grandes empresas.
El que fuera presidente de EEUU, F.D. Roosevelt,
calificó a las grandes empresas de “monarcas económicos”. La razón es que
atentaban contra la libertad de la república, es una vieja tradición monárquica
la de atentar contra la libertad republicana. Y lo siguen haciendo hoy de una
forma más impune. ¡Cómo calificaría Roosevelt ahora a estas empresas 80
años después cuando se estima que hay 2,5 lobbistas por cada diputado en EEUU!
La vieja tradición republicana ha defendido: si la
existencia material de millones de personas depende de la arbitrariedad de
algunos pocos y potentes poderes privados, la libertad de estos millones de
personas peligra si no está ya sometida. Y las condiciones de la existencia
material hoy de millones de personas depende de unos pocos consejos de
administración privados.
Es muy reconfortante para los que amasan grandes
fortunas escuchar a periodistas y académicos que atribuyen la razón de estas
acumulaciones a los enormes méritos desplegados para conseguirlas. Méritos que
les hablan y halagan con músicas que les placen enormemente: si han llegado
donde están es porque se trata de grandes emprendedores o inteligentes
innovadores o genios financieros o working rich… No todo el mundo dispone de
esos méritos y genios, y por tanto, hay que aceptar que es el pago justo a
tanta excelencia. No solamente se trata del llamado “sesgo de la confirmación”,
según el cual la información acorde con las propias convicciones se procesa de
forma mucho más favorable que la información que no se ajusta a las mismas. Hay
más. Así, la desigualdad no sería sino el coste que hay que pagar a cambio de
la oportunidad. Por recordar algunos datos conocidos que no hacen tan
favorables las cosas para los muy ricos: el 40% de los 400 estadounidenses más
ricos habían heredado más de un millón de dólares de sus mayores. Con un millón
o más de dólares, sin contar relaciones, educación, amistades aportadas por las
familias de origen, ya se empieza la carrera de una manera bastante ventajosa.
Más gratificante es, empero, para estos tipos achacar a los méritos propios su
privilegiada posición. Y siempre hay académicos y periodistas dispuestos a
decírselo repetidamente para hacerles más fantástica su ya afortunada
existencia. Tampoco es necesario ser muy extremista a la hora de agasajar a los
muy ricos y, en perfecta simetría, responsabilizar a los pobres de su
desgraciada situación. No hace falta, por ejemplo, llegar a las propuestas de Thomas Nixon Carver, el que fuera catedrático de política económica en
la Universidad de Harvard entre 1902 y 1935 y uno de los presidentes de la
American Economic Association. Este pimpante economista proponía la
esterilización de los “palmariamente ineptos”, es decir, a los que no
alcanzaban un ingreso anual de 1.800 dólares. Los que eran pobres. En los años
30 del siglo pasado, que es cuando se hizo la propuesta, esta cantidad abarcaba
al 50% de la población de entonces en EEUU, es decir, a unos 60 millones de
personas. No se andaba con pequeñeces el señor Carver. Vease: los “palmariamente
ineptos” eran los pobres, los que ganaban más de 1.800 dólares anuales, no lo
eran. Pero, insisto, no hace falta llegar a tanto extremismo como el de Nixon
Carver: es suficiente con que los periodistas y académicos mencionen que los
ricos han hecho méritos para justificar sus inmensas fortunas. Sin olvidar a la
envidia que, según ellos, invade al resto de la población no rica. Y se llega a
la increíble idea de que si se critica a la riqueza y a los ricos es por
envidia. ¡Increíble! Pero repito, no hace falta llevar las cosas tan lejos, la
justicia de la situación de los ricos se puede presentar más moderadamente. Al
fin y al cabo, ¿no son estas fortunas las que contribuyen con alguna cantidad a
paliar algunas desgracias en el mundo? La filantropía-caridad-reducción de
impuestos a la que se dedican algunos de los grandes multimillonarios no
solamente lava conciencias sino que es muy rentable. Y a nadie le amarga un
dulce..
Desde el inicio de la crisis económica las
distancias sociales y las desigualdades entre los más ricos y el resto de la
especie se han incrementado. Ya en el año 2012, por citar a un economista más
que conocido, Joseph Stiglitz escribía: “[Q]uienes más padecen las crisis son
los trabajadores y las pequeñas empresas, y eso ha sido especialmente cierto
durante esta crisis, en la que los beneficios de las grandes empresas siguen
siendo elevados en muchos sectores, y a los bancos y a los banqueros les van
bien las cosas.” Mucho más recientemente, a raíz de la publicación de los
llamados “papeles de Panamá”, Thomas Piketty escribía hace tan solo unos días:
“En muchas zonas del mundo, las más grandes fortunas han seguido creciendo
desde 2008 mucho más rápidamente que el tamaño de la economía, en parte porque
pagan menos impuestos que los demás.”
La relación entre economía y política a veces es
clara, a veces sutil y a veces cuesta de encontrar. Pero una idea que me
gustaría dejar bien clara es esta: no hay economía o política económica neutra.
Toda política económica favorece a unos determinados grupos sociales y
perjudica a otros. Se puede decir de muchas maneras diferentes, pero podemos
tomar la de un economista hoy legendario, J.K. Galbraith: "la economía no
existe aparte de la política".
No hay nada más falso que las cantinelas más
repetidas por casi todos los gobernantes europeos cuando se refieren a las
políticas económicas puestas en marcha a raíz de la crisis económica: "son
las medidas que el país necesita", "son necesarios estos sacrificios
para salir pronto de la crisis", "la situación económica impone estas
desagradables medidas", "todos debemos sacrificarnos para salir
adelante", etc., etc. Ninguna medida de política económica mínimamente
importante es neutral en el sentido preciso de que perjudica o beneficia a toda
la población. Toda medida de política económica perjudica a unos sectores
sociales y beneficia a otros. Ejemplos, meros ejemplos: rebajar los impuestos a
los más ricos, congelar o bajar las pensiones, facilitar y abaratar los
despidos laborales, bajar el sueldo de los trabajadores del sector público,
destinar menos recursos a la educación pública, idear unos presupuestos
públicos de austeridad en plena recesión… No es difícil descubrir quién gana y
quien pierde en cada uno de estos casos. Primero se decide a qué sectores sociales
se va a favorecer y después se instrumentan los medios económicos que hará
posible lo primero. En palabras del ya citado Joseph Stiglitz: "El
gobierno tiene la potestad de trasladar el dinero de la parte superior a la
inferior y a la intermedia y viceversa". Y lo viene trasladando de
la parte inferior a la superior de forma constatada por muchos economistas que
se han puesto a estudiar la distribución de la riqueza sin prejuicios: por
citar a unos pocos, Roberts, Picketty, Baker, Pizzigati, Zucman, Stiglitz y,
entre ustedes en México, Alejandro Nadal y Enrique Del Val Blanco.
La propuesta de la Renta Básica, una asignación
monetaria incondicional a toda la población, debe ser vista como un componente
de una política económica. La Renta Básica no es solamente una medida contra la
pobreza, es una propuesta que pretende ser parte integrante de una política
económica diferente a la practicada especialmente a partir de los años 80 en la
mayor parte de las economías más desarrolladas. Una política económica que
quiere dotar de la existencia material imprescindible a la población para hacer
posible la libertad efectiva de todos los miembros de la sociedad.
La propuesta de la Renta Básica es la mejor manera,
dada la realidad socioecónomica de principios del siglo XXI, para garantizar la
existencia material a toda la población. Una asignación monetaria incondicional
a toda la población. Y aquí resulta clave la palabra “incondicional”, cuestión
sobre la que a buen seguro algunas personas que hablarán a lo largo de
las distintas sesiones de este seminario se referirán. Piénsese en el
sufragio universal, allá donde está conquistado, todas las personas adultas
tienen el derecho a ejercer el derecho al voto, sin condiciones, sin tener que
demostrar que son ricos o pobres, hombres o mujeres, homosexuales o
heterosexuales, gordos o flacos, creyentes en alguna religión o ateos
convencidos…
“Pero es que a diferencia del sufragio universal la
Renta Básica cuesta dinero”, se ha contestado más de una y de cien veces.
Algunas palabras al respecto. Cuando se está
defendiendo la Renta Básica, poco se nos dice si no se acompaña de una
propuesta de financiación. La Renta Básica puede financiarse de formas que para
mí resultarían completamente rechazables: mediante el desmantelamiento o el
debilitamiento de la sanidad y la educación públicas, por ejemplo. O de forma
más general, financiar la Renta Básica a costa de desmantelar las conquistas
fundamentales del Estado de Bienestar. La Renta Básica al menos como la
encuentro política, social y filosóficamente interesante debe ser financiada
mediante una reforma fiscal que suponga una gran redistribución de la riqueza
de los sectores más ricos al resto de la población. Esto es lo que hemos
hecho tres miembros de la Red Renta Básica, Jordi Arcarons, Lluís Torrens y yo.
Disponíamos de casi dos millones de declaraciones del Impuesto de la Renta de
las Personas Físicas.
¿Cuáles son las conclusiones del estudio que si
luego desean podré detallar?:
*Es posible financiar una Renta Básica para todas
las personas adultas del Reino de España de 7.471 euros anuales (que era la
cantidad calculada del umbral de la pobreza para el año del estudio) y de 1.494
para los menores, mediante una reforma del Impuesto de la Renta de las Personas
Físicas.
* Eso significaría acabar con la pobreza de forma
inmediata (en el Reino de España el porcentaje de personas pobres ronda el
22-24% de la población).
* El índice de Gini pasaría a ser del 0,25, un
nivel similar a los estados menos desigualitarios del mundo. Otros índices no
tan conocidos como Kakwani y Suits confirman la gran progresividad fiscal que
supondría la implantación de la Renta Básica que proponemos.
Los detalles están publicados y a disposición de
quien quiera analizarlos a fondo y no voy a abusar de su paciencia dando aquí
más datos.
Se me avisó que el Consejo de Evaluación de la
Política de Desarrollo Social de México (Coneval), en su informe 2014 sobre la
política social, planteó la necesidad de que en México se discutiese la renta
básica universal o ingreso mínimo universal frente a los límites de los
programas de transferencias monetarias condicionadas. Esto lo he podido leer en
la página 198 del mencionado informe. Creo que será pertinente, ya que se trata
de la primera conferencia de este seminario, hacer un breve repaso de las
diferencias que la literatura académica ha ido exponiendo a lo largo de las
últimas décadas que existen entre los programas de transferencias monetarias
condicionadas y la propuesta de la Renta Básica o Ingreso Ciudadano como es más
conocido en México.
“El sistema sepulta a la gente en la espantosa
trampa de la pobreza.” Estas son palabras recientes de Guy Standing, miembro
fundador de la Basic Income Earth Network y teórico del llamado “precariado”.
La Renta Básica permite eludir las llamadas trampas de la pobreza y del paro.
Las transferencias condicionadas no. Cuando somos perceptores de un subsidio
condicionado, nos hallamos ante un fuerte desincentivo a buscar y realizar
trabajo remunerado, pues ello implicaría la pérdida del subsidio. Ni que decir
tiene, sustituir una prestación monetaria por un salario bajo resultante de una
ocupación precaria y alienante no parece la más sensata de las opciones, razón
por la cual no pocas personas prefieren no buscar o aceptar esos empleos o
hacerlo en la esfera de la economía sumergida. En cambio, un subsidio
incondicional como la renta básica funciona como un suelo, nunca como un techo:
la realización de trabajo remunerado no implica la pérdida de la prestación,
con lo que el desincentivo a la actividad desaparece. Sencillamente, podemos ir
acumulando ingresos procedentes de las fuentes que sean, y en caso de que tales
ingresos superen ciertos umbrales, nos corresponderá ir aportando a la sociedad
a través del sistema impositivo.
Las transferencias condicionadas para recibirlas
exigen una serie de condiciones. Puede tratarse de condiciones más o menos
exigentes, más o menos generosas, pero son condiciones. Esto supone unos costes
administrativos muy altos en proporción al presupuesto general del programa
condicionado. En cambio, la Renta Básica representa una simplificación
administrativa envidiable como hasta han venido a reconocer algunos de sus
críticos. Resulta obvio que esta característica de la Renta Básica, la ausencia
casi absoluta de costos administrativos, puede ser de vital importancia en la
perspectiva de una efectiva racionalización de las políticas sociales y de
redistribución de la riqueza.
La Renta Básica se garantiza ex-ante, las transferencias
condicionadas, ex-post.
Esta característica convierte a la Renta Básica en una medida
esencialmente preventiva de la exclusión. Sobre las transferencias
condicionadas, por razones evidentes, no puede afirmarse lo mismo.
La Renta Básica podría ser en muchos casos un
estímulo para desarrollar trabajos remunerados, mientras que las transferencias
condicionadas no sólo no suponen este incentivo sino que representan todo lo
contrario.
Las transferencias condicionadas suponen una
violación permanente de la intimidad de muchos de sus posibles beneficiarios.
Algo que muchos trabajadores y trabajadoras sociales han denunciado como
auténticamente denigrante.
Por añadir otra consideración final. Si bien en
condiciones de crisis y de paro masivo como en la actualidad esta razón queda
más debilitada, la Renta Básica permite evitar los daños psicológicos y morales
vinculados a la estigmatización social del perceptor de un subsidio
condicionado. La incondicionalidad de la renta básica permite evitar la
estigmatización de los perceptores de las rentas "de pobres" o
"de enfermos", etc. Bien a menudo, desde el mundo del trabajo social
se pone de manifiesto que uno de los problemas más acuciantes de los subsidios
condicionados es la obligación a la que se enfrentan sus (potenciales)
perceptores de tener que significarse, en las ventanillas de la administración,
como "pobres", como "enfermos", a veces incluso como
"culpables" de no haber sabido llevar una vida ordenada y exitosa.
Tal es el peso de este estigma social, que no son pocas las ocasiones en las
que esos (potenciales) perceptores optan por renunciar al subsidio por no tener
que dar excesivas explicaciones y someterse a humillantes controles y
comprobaciones.
Hay algo que destaco y que solamente dejo apuntado
por si surge la posibilidad de discutirlo en las próximas sesiones: la Renta
Básica no solamente es una propuesta para acabar con la pobreza que lo es, sí,
y creo que mejor dotada para acabar con la pobreza que los subsidios
condicionados y focalizados a la pobreza. Porque como dirían entre otros un
viejo amigo argentino y firme partidario de la Renta Básica, Rubén Lo Vuolo, y
el aquí presente Pablo Yanes: “los subsidios dirigidos a los pobres son muy
pobres”. La Renta Básica además de ser una buena medida contra la pobreza
precisamente por ser universal, es también una propuesta que pretende
incrementar la libertad de la mayor parte de la población no estrictamente
rica.
La propuesta de la Renta Básica ha sido calificada
por más de un académico, político o periodista de “radical”. Quien así califica
la propuesta de la Renta Básica, debe tener una idea de la radicalidad
realmente curiosa. Que una propuesta que permite que toda la población salga de
la pobreza mediante una redistribución de la renta y la riqueza sea calificada
de radical, es algo realmente impresionante. ¿Es menos radical que la riqueza
esté cada vez más desigualitariamente repartida? Más bien, la Renta Básica es
de todo punto racional. Y la gran racionalidad de la Renta Básica es lo que la
hace peligrosa a los poderosos, timoratos y cortos de miras.
Para acabar me gustaría recordar el título que se
ha puesto a mi conferencia y mi conclusión al respecto: las grandes
desigualdades no son solamente un problema de diferencias económicas y sociales
entre una parte de la población muy pequeña y la otra muy grande, sino que
también es una cuestión de libertad. Quien depende de otro para existir
socialmente, no es libre. Las personas pobres no solamente tienen falta de
recursos, sino que no pueden ser libres. Cuando la riqueza está concentrada en
pocas manos, la libertad para la inmensa mayoría está amenazada. De aquí el
aviso de Brandeis que les citaba al inicio de la conferencia: "Podemos
tener democracia o riqueza concentrada, pero no podemos tener ambas."
Fuente: http://www.sinpermiso.info/
Detrás de toda gran fortuna hay un crímen.
ResponderEliminarHonoré de Balzac