Noam Chomsky
CRISIS GLOBAL ECONÓMICA
Los principales factores que han conducido a la actual crisis económica
global se entienden razonablemente bien. Uno es la globalización de la
producción, que ha ofrecido a los empresarios el provocador prospecto de hacer
retroceder las victorias en derechos humanos conquistadas por la gente
trabajadora. La prensa empresarial francamente advierte a los mimados
trabajadores occidentales" que tienen que abandonar sus "estilos de
vida lujosos" y tales "rigideces del mercado" como seguridad del
trabajo, pensiones, salud y seguridad laboral, y otras tonterías anacrónicas.
Economistas enfatizan que el flujo laboral es difícil de estimar, pero ésta es
una parte pequeña del problema. La amenaza es suficiente, para forzar a la
gente a aceptar salarios más bajos, jornadas más largas, beneficios y seguridad
reducida y otras "inflexibilidades" de esta naturaleza. Y mientras el
ingreso familiar medio continúa su baja, aun bajo las condiciones de una
recuperación lenta, la revista Fortune goza con malicia de las ganancias
"deslumbrantes" de los Fortune 500, pese al "estancado"
crecimiento de las ventas.
Un segundo factor en la actual catástrofe del capitalismo de Estado que
ha dejado una tercera parte de la población mundial virtualmente sin medios de
subsistencia, es la gran explosión del capital financiero no regulado desde que
el sistema de Bretton Woods fue desmantelado hace veinte años, con quizás un
billón de dólares fluyendo diariamente. Su constitución ha cambiado también de
manera radical. Antes de que el sistema fuera desmantelado por Richard Nixon,
alrededor del 90% del capital en intercambios internacionales era para
inversión y comercio, el 10% para especulación Alrededor de 1990, esos números
se habían invertido. Un informe de la UNCTAD estima que el 95% se usa
actualmente para la especulación.
En general, el mundo está siendo movido hacia un tipo de modelo del
Tercer Mundo, por una política deliberada de Estado y las corporaciones, con
sectores de gran riqueza, una gran masa de miseria y una gran población superflua,
desprovista de todo derecho porque no contribuye en nada a la generación de
ganancias, el único valor humano.
La surplus población tiene que ser mantenida ignorante, pero también
debe ser controlada. Este problema es enfrentado de manera directa en los
dominios del Tercer Mundo que han sido sometidos por mucho tiempo al control
occidental, y, por lo tanto, reflejan los valores conductores con mayor
claridad: mecanismos favorecidos incluyen el terror a gran escala, escuadrones
de la muerte, la "limpieza social" y otros métodos de probada
eficiencia. Aquí, el método favorito ha sido el de confinar a la gente
superflua en guetos urbanos que crecientemente se parecen a campos de
concentración. Si esto falla, van a las cárceles, que son la contraparte en una
sociedad más rica, a los escuadrones de la muerte que nosotros entrenamos y
apoyarnos en nuestros dominios.
La "guerra de drogas", que es en gran medida fraudulenta, ha
servido como un mecanismo principal para encarcelar a la población no deseada.
Una nueva legislación penal debería facilitar el proceso, con sus
procedimientos judiciales mucho más severos. Los nuevos y enormes gastos para
prisiones también son bienvenidos como otro estímulo keynesiano a la economía.
"Las empresas cobran", escribe el Wall Street Journal, reconociendo
una nueva manera de ordeñar al público en esta era "conservadora".
Entre los afortunados se encuentran la industria de la construcción,
consultorios legales, el floreciente y beneficioso complejo de cárceles
privadas, "los nombres más elevados de las finanzas", tales como
Goldman Sachs, Prudential y otros, "competiendo para asegurar la
construcción de cárceles con bonds (obligaciones) privados, exentos de
impuestos"; y, para no olvidarse "el establecimiento de defensa"
(Westinghouse, etc.), "olfateando un nuevo campo de negocios" en la
supervisión de alta tecnología y sistemas de control del tipo que Big Brother
habría admirado'.
No sorprende que el Contrato de Gingrich llama a la expansión de esta
guerra contra los pobres. La guerra tiene como blanco primordial a los
afro-estadounidenses; la estrecha correlación entre raza y clase hace el
procedimiento simplemente más natural. Hombres negros son considerados como una
población criminal, concluye el criminólogo William Chambliss, autor de muchos
estudios, incluyendo la observación directa por parte de estudiantes y
profesores en un proyecto con la policía de Washington. Esto no es exactamente
correcto; se supone que los criminales tienen derechos constitucionales, pero
como muestran los estudios de Chambliss y otros, esto no es verdad para las
comunidades escogidas como puntos de mira, que son tratadas como una población
bajo ocupación militar-.
Los negros constituyen un blanco particularmente bien escogido porque
están indefensos. Y la generación de miedo y odio es, por supuesto, un método
estándar de control de la población, trátese de negros, judíos, homosexuales,
reinas de la asistencia social o algún otro diablo designado. Éstas son las
razones básicas, parece, para el crecimiento de lo que Chambliss llama "la
industria de control del crimen". No es que el crimen no sea una amenaza
real para la seguridad y la sobrevivencia; lo es y lo ha sido durante mucho
tiempo. Pero no se enfrentan las causas; más bien, el crimen es explotado de
diferentes maneras como un método de control de la población.
En general, son los sectores más vulnerables, lo- que están siendo
atacados. Los niños son otro blanco natural.
El "modelo angloamericano lleno de negligencia" ha privatizado
en gran medida los servicios de atención a los niños, dejándolos fuera del
alcance de la mayoría de la población. El resultado es un desastre para niños y
familias, mientras que en el 'modelo europeo que es mucho más
asistencial", la política social ha reforzado los sistemas de apoyo para
ellos.
Una comisión de alto nivel de los Consejos Educativos de los estados y
de la AMA ha recalcado que "nunca antes una generación de niños ha sido
menos salubre, menos atendida o menos preparada para la vida que sus padres en
la misma edad"; si bien es sólo en las sociedades angloamericanas, donde
"un espíritu anti-niño y anti-familia" ha dominado durante quince
años bajo la apariencia del "conservadurismo" y de los "valores
familiares", un triunfo doctrinal que cualquier dictador admiraría.
En parte, el desastre es simplemente un resultado de los salarios
decrecientes. Para una gran parte de la población, ambos padres tienen que
trabajar tiempo extra simplemente para proveer lo necesario. Y la eliminación
de las "rigideces del mercado" significa que tienes que trabajar
horas extras por salarios más bajos -si no, las consecuencias son
imprevisibles-. El tiempo en que padres y niños están en contacto se ha
reducido radicalmente. Hay un fuerte incremento en el uso de la televisión para
la supervisión de los niños, niños encerrados, alcoholismo infantil y uso de
drogas, criminalidad, violencia de y contra niños, y otros efectos evidentes
sobre la salud, la educación y la capacidad de participar en una sociedad
democrática -o, siquiera, la sobrevivencia-.
Éstas no son, nuevamente, leyes de la naturaleza, pero sí políticas
sociales conscientemente diseñadas con un objetivo particular: enriquecer a los
Fortune 500 (los 500 más ricos que menciona la revista Fortune-H.D.),
exactamente lo que sucede, mientras Gingrich y sus semejantes predican
impunemente "valores familiares", con la ayuda de aquellos que la
prensa obrera de] siglo XIX llamaba "el sacerdocio comprado".
Algunas consecuencias de la guerra contra niños y familias, sí reciben
gran atención, en una manera que es ilustradora. En las últimas semanas,
importantes revistas han puesto amplia atención en nuevos libros preocupados
con decrecientes coeficientes de inteligencia (IQ) y aprendizajes escolares. El
New York Times Book Review dedicó un artículo desusadamente largo a este
tópico, escrito por su redactor de ciencias, Macolm Browne, quien lo inicia con
la advertencia de que gobiernos y sociedades que ignoren los tópicos
tematizados por estos libros "lo harán a su propio riesgo". No hay
ninguna mención del estudio de la UNICEF, y tampoco he visto ninguna reseña en
otra parte -o de hecho, de cualquier estudio que se ocupara de la guerra contra
los niños y familias en las sociedades angloamericanas.
Éstas son algunas de las formas más feas de control de la población. En
la variante más benigna, el populacho tiene que ser desviado hacia actividades
no problemáticas por las grandes instituciones de propaganda, organizadas y
dirigidas par la comunidad empresarial, medio-estadounidense, que dedica un
enorme capital y energía para convertir a la gente en átomos de consumición y
herramientas obedientes de producción (si tienen la suficiente suerte para
encontrar trabajo) -aislados uno del otro, carentes aun de una concepción de lo
que una vida humana decente podría ser. Esto es importante. Sentimientos
humanos normales tienen que ser aplastados. Son inconsistentes con una
ideología acomodada a las necesidades del privilegio y poder, que celebra la
ganancia privada como el valor humano supremo y niega los derechos de la gente
más allá de lo que ésta puede salvar en el mercado laboral- aparte de los
ricos, que deben recibir una amplia protección por el Estado.
Junto con la democracia, los mercados también son atacados. Aun dejando
a un lado la masiva intervención estatal en Estados Unidos y en la economía
internacional, la creciente concentración económica y el control de mercado
ofrecen mecanismos infinitos para evadir y socavar la disciplina de mercado,
una larga historia que no podemos abordar en este ensayo por razones de
espacio. Para mencionar sólo un aspecto, alrededor del 40% del "comercio
mundial" no es, realmente, comercio; consiste en operaciones internas de
las corporaciones, gerenciadas de manera central por una mano altamente
visible, con toda clase de mecanismos para socavar los mercados en beneficio de
ganancia y poder. El sistema casi-mercantilista del capitalismo transnacional
corporativo está lleno de las formas de conspiraciones de los dominantes, sobre
las cuales advertía Adam Smith, para no hablar de la tradicional utilización y
dependencia del poder estatal y del subsidio público. Un estudio de 1992 de la
OECD concluye que la "competencia oligopolítica y la interacción
estratégica entre empresas y gobiernos, antes que la mano invisible de las
fuerzas del mercado, condicionan en la actualidad las ventajas competitivas y
la división internacional del trabajo en las industrias de alta
tecnología", tales como agricultura, farmacéuticos, servicios y otras
áreas importantes de la economía, en general. La gran mayoría de la población
mundial, que está sujeta a la disciplina del mercado e inundada con odas a sus
milagros, no debe escuchar esas palabras; y pocas veces las oye.
Me temo que esto apenas toca la superficie. Es fácil de entender el
estado de desesperación, ansiedad, falta de esperanza, enojo y temor que
prevalece en el mundo, fuera de los sectores opulentos y privilegiados y del
"sacerdocio comprado" que cantan alabanzas a nuestra magnificencia,
una característica notable de nuestra "cultura contemporánea", si se
puede pronunciar esta frase sin vergüenza.
Hace 170 años, muy preocupado con el destino del experimento
democrático, Thomas Jefferson hizo una distinción útil entre
"aristócratas" y "demócratas". Los "aristócratas' eran
"quienes tienen temor y desconfianza en la gente y desean quitarles todos
los poderes para ponerlos en manos de las clases altas". Los demócratas,
en cambio, "se identifican con la gente, tienen confianza en ella, la
elogian y la consideran el honesto y seguro depositario del interés
público", si no siempre "los más sabios". Los aristócratas de
sus días eran los protagonistas del naciente Estado capitalista, que Jefferson
consideraba con mucha consternación, reconociendo la contradicción entre
democracia y capitalismo, que es mucho más evidente en la actualidad, cuando
tiranías privadas sin control adquieren un poder extraordinario sobre todos los
aspectos de la vida.
Como siempre en el pasado, uno puede escoger ser un demócrata en el
sentido de Jefferson, o un aristócrata. El segundo camino ofrece ricas
recompensas, dado el lugar de riqueza, privilegio y poder, y los fines que
naturalmente busca. El otro sendero es uno de lucha, muchas veces de derrota,
pero también de recompensas que no pueden ser imaginadas por aquellos que
sucumben a lo que la prensa obrera denunciaba hace 150 años como "el Nuevo
Espíritu de la Era": "Gana riqueza, olvidando todo menos lo
tuyo".
El mundo de hoy está lejos del mundo de Thomas Jefferson o de los
trabajadores de mediados del siglo XIX. Pero, las alternativas que ofrece, no
han cambiado en esencia.
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