El socialismo es la ciencia del ejemplo.. o no es nada (Ernesto “Che” Guevara)




Desafíos para el socialismo del siglo XXI

Pedro González de Molina Soler

Profesor de Geografía e Historia


Para Diario Público de España


"Nunca separé la República de las ideas de justicia social, sin la que sólo es una palabra." Jean Jaurès. 


Para comenzar diré que este es un tema que sigue siendo candente en la actualidad, y más tras ver las crisis de los partidos socialdemócratas en Europa y las lecciones de la nueva izquierda latinoamericana en retroceso. En líneas generales, podemos estar de acuerdo con la exposición de Bruno Estrada sobre el socialismo, tanto en su pasado como en sus perspectivas futuras, aunque podríamos matizar algunas cuestiones, que entendemos que no se podían abordar en tan poco espacio, como la vertiente profundamente republicana, y por tanto en defensa de la libertad, que tiene Karl Marx, o la necesidad de complementar el socialismo con la ecología. 


Es interesante comenzar con el fracaso de los modelos reformistas- socialdemócratas-, como los supuestamente “revolucionarios” o nacidos de una revolución- comunistas-, en la década de los años 80. Por un lado vemos el fracaso del “socialismo real” con la caída del muro de Berlín, y la rápida desintegración del Bloque del Este y la URSS, y por el otro, el fracaso de aquellos gobiernos que ante la crisis del 73 intentaron ensayar las medidas keyensianas que no funcionaron al no tener respuesta ante la estanflación. De hecho, el fracaso del gobierno laborista de James Callaghan ante el “invierno del descontento” en Inglaterra, y del “Programa común” del gobierno de Miterrand en Francia, que acaba con la posibilidad de “un reformismo en un sólo país”, hunden las expectativas de la socialdemocracia que se queda sin proyecto. Una vez llegan los gobiernos neoliberales al poder, los antaño poderosos movimientos obreros son derrotados uno a uno, y con ello se quita la tierra sobre la que se asentaban los partidos socialistas y comunistas. La derrota histórica de los proyectos emancipatorios del siglo XIX y XX deja a las fuerzas populares desorientadas y sin un proyecto al que oponer al neoliberalismo, que se erigió como el gran triunfador de la crisis. 


En ese contexto se produce un giro a la derecha de todo el espectro político de izquierdas. Los partidos comunistas que consiguen sobrevivir (salvo alguno de los “ortodoxos”) se transforman en partidos socialdemócratas en lo programático, y los partidos socialistas abrazan la nueva teoría que iba a lograr restaurar las mayorías sociales en las diversas elecciones para los Partidos socialistas o socialdemócratas: “La Tercera Vía”. 


La “Tercera vía” entre el comunismo y la socialdemocracia, teorizada por Giddens y aplicada por los gobiernos de Lionel Jospin, Schöreder, González o Blair, supuso un giro de 180º grados en la práctica y programa socialdemócrata. Se abandonaba cualquier pretensión de acercarse al socialismo mediante las reformas, como habían intentado Palme o Allende, por dedicarse a gestionar lo posible en ciclos cortos. Fueron proscritos los análisis marxistas y sus categorías de pensamiento, siendo sustituidos por la indigencia intelectual y por análisis muy cercanos al neoliberalismo. Ante la desaparición de parte de la clase obrera en los procesos de reconversión industrial que asolaron todo el Continente, en los PS se produce un tránsito a la “clase media” como sujeto privilegiado. Las diferentes medidas keynesianas van siendo abandonadas para acoger la ortodoxia neoliberal en lo económico, aunque se mantiene, hasta la actual crisis, una serie de políticas sociales que reducían el impacto. La Justicia social es sustituida por la igualdad de oportunidades, y con ella es abandonada cualquier tipo de política transformadora que fuese en dirección a acabar con las desigualdades o la exclusión social. Como dijo Thatcher cuando le preguntaron cuál era su mayor éxito, ella respondió: “Tony Blair”, o lo que es lo mismo, la domesticación de la oposición, sustituyendo la alternativa por la alternancia. 


En este proceso de crisis estructural de dichos partidos, que ha abandonado el proyecto socialista, habría que recuperar dicho proyecto emancipador precisamente en un momento favorable, una crisis estructura del capitalismo, provocada por el mundo de las finanzas. Eso significa reactualizar parte de las tesis del marxismo, así como abandonar las categorías obsoletas, y tratar de innovar en el pensamiento socialista. Para ello podemos esbozar una serie de debates necesarios tanto en el campo socialista, como en la izquierda en general. Debates fundamentales para poder detener la ofensiva oligárquica neoliberal que por ahora está ganando en muchas partes del Globo.


Es necesario, en primer lugar, recuperar los conceptos de clase social, lucha de clases, desigualdad, y reactualizarlos a la situación actual, que es diferente a la que vivió Marx, y de esa manera poder intervenir en el campo popular, para organizar a los sin voz de esta sociedad y poder cambiar el sistema. La desigualdad es uno de los problemas principales en nuestro siglo y debe de ser el caballo de batalla principal, junto a la democracia, la ecología y el feminismo, del socialismo. Igualmente, hay que recuperar la crítica al sistema capitalista desde los diversos prismas, innovando en las soluciones, buscando una teoría económica alternativa, que experimente, tal y como han hecho los neoliberales cuando han llegado al poder. Ésta teoría económica alternativa tiene que ir en la dirección de democratizar la economía (un ejemplo serían las cooperativas), y tiene que estar inmersa en el paradigma ecologista, ya que es la base principal de reproducción de la vida en el Planeta. Eso significa abandonar los paradigmas que basan toda la redistribución en el crecimiento. 

Por otro lado, hay que tomarse en serio la globalización como tal, y la UE en el contexto europeo. Existe una falta de proyecto en las dos direcciones, por un lado nos encontramos atados de pies y manos por un pensamiento “euro-bobo”, y por la otra, en un intento de volver al Estado-nación donde la “soberanía nacional” sería el remedio mágico a todos los problemas, mientras se compite con la extrema derecha en su campo electoral. La estrategia de fondo tendría que ser flexible, por mucho que se quiera volver al Estado-nación, sigue siendo necesaria la cooperación internacional y el internacionalismo para evitar derivas nacionalistas y xenófobas en Europa. Esto no significa que no haya que criticar a la UE, e incluso plantearse una salida controlada de una parte de la misma en caso de fracasar en un intento de romper en el interior con el programa austeritario del eje Bruselas-Berlín. Pero la UE debería de ser, en ese caso, sustituido por otra forma de cooperación y unión de varios países europeos para poder sobrevivir a las duras condiciones de la Globalización neoliberal. 

Otra de las batallas fundamentales es en el plano de los valores, los principios, y los postulados ideológicos, como por ejemplo por el concepto de “libertad”, indisoluble en el pensamiento socialista de la igualdad y la fraternidad. Estos deben de ser lo suficientemente firmes para poder derrotar al “sentido común hegemónico” neoliberal. Esto también significa la necesidad de construir espacios, ya sea en el plano laboral, educativo, político, de consumo, etc., que funcione de una manera distinta y que sirvan de ejemplo a imitar. Sin una lucha para construir otra forma de cultura, de tipo de organización política y laboral, etc., y sin unos principios firmes, se corre el riesgo del “aggiornamiento”, que acabe por echar por tierra cualquier proyecto emancipatorio. 

Urge establecer una lucha dura por la democracia en su sentido amplio. Por una democracia fuerte que combine la democracia representativa y la participativa, hay que experimentar con diversos modelos y con un diferente tipo de institucionalidad. La lucha contra la oligarquización de las democracias, y contra las desigualdades (ya sean de raza, clase, género, etc.), son las dos grandes tareas del socialismo en este siglo. 


Como último, la lucha por recuperar los derechos perdidos en este ciclo neoliberal, como por recuperar el Estado del Bienestar que se está privatizando no se debe de quedar ahí. Es necesario pasar a la ofensiva, ofrecer esperanza y un proyecto de largo aliento, que pase por agrandar el Estado del Bienestar abriendo espacios de democratización en el interior del mismo, como abrir espacios para que florezca la economía social, las cooperativas, etc. Es necesario conquistar nuevos derechos que incluyan los derechos sociales y económicos.

Fuente: Diario Público de España


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