Los oradores de Cristina – Aceptando las novedades del discurso del otro, porque “la patria, para nosotros sigue siendo el otro”...Por Oscar Steimberg, Semiólogo y poeta.
Por Oscar Steimberg, Semiólogo
y poeta - Profesor emérito de la Universidad Nacional de Buenos Aires, para La
Tecl@eñe
Los que rodearon a Cristina en
el acto del 20 pertenecían a todos los sectores sociales que pueden coincidir
con su proyecto político; que pudieron y que pueden coincidir. Es difícil
reunir, presentar y comentar esa diversidad; en ese discurso nada común
aparecieron en sus diferencias tanto como en la coincidencia en la gravedad
actual de sus momentos personales y económicos. Esa coincidencia apareció tan
natural que pudieron, tal vez, no advertirse algunas de las novedades de esas
proposiciones; por ejemplo, la de que se planteara un compartir la palabra o el
relato con unos invitados elegidos precisamente a partir de la gravedad de su
situación actual. En las crónicas del día siguiente se informó en general que
esos diálogos-testimonios estuvieron en la parte final del discurso; creo que
es útil señalar que esa parte final fue extensa, además de novedosa.
Mostrar, y no sólo relatar, la
abarcatividad de esa gravedad del momento es compartir, aún en los momentos de
ejemplificación, la toma de la palabra, nada menos que en la instancia de las
frases de cierre. Sin que esta novedad enunciativa, en este caso, quite
presencia a la palabra de la oradora. El “organizarnos” centralizado en las
propuestas de acción terminó de articularse así con un “nosotros” en presencia
que está en la base de la propuesta política. La propuesta transpartidaria es
dicha así a partir de la presencia de una multisingularidad que fundamenta la
elección de una opción por la organización política presente de un movimiento
social. Una opción elegida a partir de un presente reconocido en su condición
cambiante y en buena parte imprevisible para todos, incluido todo orador. Se
está diciendo que no se trata de seguir una marcha preestablecida en sus modos
y objetivos, sino de sumarse a un espacio que no puede no afrontar las
oscuridades de su reconstitución organizativa ante las fracturas venidas de un
desastre social, y ante la escala de prioridades redefinida en cada momento de
la confrontación. Ahí toman su lugar instancias explicativas como la del
señalamiento abarcativo de la importancia, hoy, de unas elecciones de medio
término: “allí –se dijo- la sociedad expresa si está o no está de acuerdo”;
momento, podría decirse, en el que cada uno se enfrenta a algo suficientemente
nuevo y complejo como para que no pueda asumirse solamente con alguna
predefinición partidaria.
Y también está la elección de
los invitados a compartir ese cierre de discurso. Conviene reiterar la
condición novedosa –y acá podríamos agregar: riesgosa- de esa elección de
cierre: los oradores de tribuna suelen ingresar en la última parte de su
alocución en una instancia de ascenso del tono, en unidad e intensidad. Y debe
ser muy difícil encontrar casos en los que, así sea muy fragmentariamente, la
enunciación de ese momento siempre firmemente elevado se comparta. En todo
discurso político hay una reconstrucción de relato, y no hay relato en que no
importe la instancia de cierre. Y allí el drama de ese relato mostró su
pluralidad. La secuencia de las convocaciones fue también social y
políticamente novedosa: las jóvenes investigadoras del CONICET que perdieron
sus becas estuvieron ahí junto con los migrantes latinoamericanos que perdieron
su trabajo o los jubilados que ya no tienen para comprar sus remedios.
Como en todas sus
intervenciones, Cristina Fernández de Kirchner habla desde su propia pluralidad
enunciativa: la terminología técnica del derecho o la economía es asumida con
la naturalidad con que se la incluiría en un discurso docente o parlamentario.
Y la interpelación coloquial se alterna con esas proposiciones que abrieron
instancias metodológicamente ordenadas, en las que una bibliografía aparecerá
también pertinentemente implicada. Como si los diversos conjuntos de
destinatarios (diversos en lugar social, en formación política y en estilo)
fueran invitados a aceptar y compartir esa inevitable diversidad del discurso político
de este tiempo. Aceptando, cada vez, las novedades del discurso del otro.
Porque “la patria es el otro”.
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