Era la
primera vez que experimentaba tal sensación. Viajar siempre estuvo entre sus
planes y prioridades, de hecho para eso había llegado a este mundo, incluso conocía que su
diseño antropométrico incluía dicho pretexto. Sus extremos sucios mediaban por sobre
distancias cortas de manera que hasta podían considerarse límites hermanos. El
ingreso al habitáculo, acomodar los sentidos, verificar que nada se
interponga al comienzo, instruirse debidamente sobre su rol en tan breve
espacio físico, era el visado preliminar.
A minutos de la salida estaba todo en
orden, a tal punto que tuvo tiempo para relajarse y disfrutar escuchando de fondo la
extraordinaria guitarra de Stevie Ray Vaughan interpretando Lenny, una de sus
melodías instrumentales más célebres.
Imprevistamente la pólvora estalló en el
rostro, su nariz se oscureció, y un cansino aroma a quemado invadió su atmósfera individual. El viaje había comenzado, casi al instante la
sangre del muerto estaba lavando esas impúdicas señales de cuna. A
toda velocidad nació, y como lo exigía su egoísmo viajó, y como su pretexto
demandaba, mató. La bala puede dar fe, para sí, de su vértigo y de sus extremos sucios, por ventura poco nos puede informar sobre ellos y el sendero que recorre..
Gustavo Marcelo Sala
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