“Detrás del Partido
Clarín, van a aparecer, como siempre cuando la historia se pone densa,
personajes que creíamos de este lado y, también, algunos que, contra todo el
bombardeo, todavía, tendrán algo de dignidad. Con perdón de la palabra”. Esto
lo escribió Lucas Carrasco a fines de la década pasada, es algo que atesoré con
mucho respeto intelectual y que de vez en cuando lo traigo a la mesa de debate
más allá de que el propio autor de la cita haya sido uno de los primeros
ejemplos del caso.
Y la cosa se puso
densa, muy densa, ya que un poder omnímodo y decidido a dejar sin margen todos
los derechos adquiridos en estos doce años (acaso algunos más de los que ya
están incorporados socialmente desde décadas), está desarrollando todo su
arsenal bélico parainstitucional y parajudicial con el objeto de subsumir a la
población, representantes inclusive, dentro de un primitivo sistema de explotación
en donde el “homo canalla” y su correlato de procedimientos cumple un rol
fundamental como artefacto y disciplinador social.
Desde hace dos años
estamos asistiendo a mutaciones sorprendentes, pero no solo en el ámbito de la
política, los medios, la cultura, el sindicalismo, las organizaciones
intermedias, entre las más visibles, sino que en el diario andar observamos
actitudes que so pretexto del pragmatismo arriban a conclusiones egoístas, enfermizas,
casi psicóticas debido a que múltiples varas sociales de las cuales estábamos
orgullosos, o por lo menos creíamos estarlo de manera consensuada, han descendido
su altura abruptamente desde lo institucional, y en consecuencia como
plataforma de ordenamiento e integración. Y me refiero a la vara de la
solidaridad, a la vara de la inclusión, a la vara de la pluralidad, a la vara
de la libertad, a la vara de la sensibilidad social, a la vara de la lealtad, a
la vara de los derechos humanos, individuales y colectivos, a la vara
humanista. En definitiva el neoliberalismo no solo es un proyecto político
depredador desde lo económico, es una filosofía de vida que pone a las personas
en medio de encrucijadas en donde el costo beneficio es el dilema presente, aún
en el marco de las relaciones personales.
“El neoliberalismo es una pesadilla que no se acaba
nunca ya que es una nueva forma histórica para un nuevo ser humano que, bajo el imperativo del rendimiento y la
ley de la competencia, se apropia incluso de la vida más íntima de los
individuos” afirmó Laval. Este totalitarismo necesita del auxilio del homo canalla, y
dicho auxilio debe tener la eficiencia de la adaptación. Ni convencimiento
individual, ni cooptación compulsiva, es una suerte de mandato social que incluso genera
nuevas patologías a medida que va corriendo los límites desde el ser social en
dirección unívoca hacia el ser individual. Resistir al embeleco canalla es la tarea...
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