La derecha nunca es democrática y menos republicana. Simple, porque excluye, determina, limita y condena a una gran porción de los ciudadanos
La derecha nunca es democrática y menos republicana.
Simple, porque excluye, determina, limita y condena a una gran porción de los
ciudadanos, incluso discrimina utilizando perversas tablas de antojadizas
calidades. Por caso la herencia y la no herencia. Que arribe vía elecciones es
un tema que amerita explicaciones socio-antropológicas y políticas más complejas. Si una
sociedad, plebiscito mediante, ha optado en un 80%, en comicios libres y
transparentes, eliminar al 20% restante mediante políticas excluyentes o
discriminatorias podemos concluir que un mecanismo, que una herramienta
democrática y lícita, utilizada perversamente, pierde toda valorización natural,
eficacia y eticidad. Lo que es importante analizar es si a nuestra sociedad le
interesa tener un ordenamiento democrático, republicano y humanístico que
incluye el variopinto de necesidades individuales y colectivas que figuran en
todos los vademécum de los discursos electorales. Plantear si esta es una
derecha democrática o no es un absurdo que moviliza a la carcajada. Es cotillón
neoprogretonto subsidiado que intenta blanquear (moda de los tiempos) las
aberraciones e ignominias más fragrantes que puede vivir, con las cuales DEBE
convivir por imposición del sistema, una sociedad en donde la extrema y
ridícula posverdad ya ha jugado en la mano del relato monopolizado sus barajas
más valiosas...
Leamos a Norbeto
Alayón en un artículo titulado “Ante el avance de la derecha antidemocrática”
Por
Norberto Alayón, Profesor Consulto de la UBA para La Tecl@ Eñe
Empiezo por el final: el próximo 22 de octubre
hay que votar contundentemente por la opción de Unión Ciudadana y de otras
alternativas de carácter nacional y popular en todo el país, para tratar de
evitar que avance aún más el proyecto conservador y neoliberal de la Alianza
PRO-UCR, liderada por Mauricio Macri.
Se tratará, una vez más, de una ocasión
crucial que impactará significativamente -para bien o para mal- en el futuro
del país. Por ello, es necesario reforzar al máximo la vocación de compromiso
para defender los derechos adquiridos y el bienestar general del conjunto de la
población. Será menester, también, preservar la suficiente lucidez para
comprender las contradicciones principales que representan los proyectos en
juego y sus respectivos candidatos. Y asimismo, evitar -aún resignando ciertas
aspiraciones personales- los intentos de fragmentación del campo popular que
impulsan los sectores más retardatarios de la sociedad, apañados y sostenidos
por el enorme poder que deviene de la concentración económica y mediática y del
apoyo judicial.
No resulta necesario abundar en lo que todo el
mundo sabe o debe saber al momento de direccionar su voto el 22 de octubre: si
triunfa el macrismo, el retroceso nacional será mucho peor aún. Intentar
ponerle ciertos límites al proyecto conservador vigente y a sus políticas
devastadoras, exigirá optar decididamente por aquellas propuestas electorales
que encarnen con mayor posibilidad de éxito la oposición a la barbarie del
modelo actual.
Los proyectos de la derecha, como el macrismo
actual, son intrínsecamente antidemocráticos, en tanto su centralidad
conceptual radica en la exclusión, en la subordinación y en la no existencia de
derechos igualitarios para todos los habitantes. La democracia real va mucho
más allá de los necesarios momentos electorales. Por otra parte, las formas
operativas que suelen asumir los sectores de derecha mientras ejercen el poder,
se caracterizan por su importante nivel de arbitrariedad.
Hace más de un año, en octubre de 2016 en el
Congreso Nacional de Trabajo Social llevado a cabo en San Juan, hice referencia
a la vigencia en Argentina, ya en ese momento, de un creciente sesgo
autoritario que podría caracterizarse como una suerte de “dictadura
democrática” o de “democracia dictatorial”. Hoy, diversas medidas del gobierno
macrista van convalidando lo preanunciado hace más de un año atrás.
Martín Granovsky, en Página 12 del 18 de agosto pasado,
escribió una nota donde analiza y pone en cuestión el escrito del día anterior
del politólogo José Natanson, que definió al macrismo como “una derecha
democrática y renovada”. Granovsky brinda trece ejemplos que evidencian la
lejanía del funcionamiento democrático. Habría que agregar en ese listado otros
nuevos ejemplos que se verificaron en estos últimos dos meses. Una derecha
“renovada”, sí, ¿pero democrática?
Como ocurrió con otras elecciones, no hay que
volver a caer en el error de subestimar a esta nueva derecha. Decía, con
certeza, un líder de la política mundial que “el principio fundamental de la
táctica es no subestimar la capacidad del adversario”. Y esto sucedió en los
últimos años, al suponerse indebidamente que el macrismo se trataba solamente
de mera frivolidad y agitación de globos amarillos y, a la par, dejar de
visualizar a quién había que votar prioritariamente para que la derecha más
dura no triunfara.
En 2007 escribí una “Carta para mis amigos no
macristas” tratando modestamente de influir ante la inexplicable posición de
algunos sectores “progresistas” que, entre la opción de Daniel Filmus y
Mauricio Macri, preferían votar en blanco o a cualquier otro candidato. Ganó
Macri y ahí no sólo lo empezamos a sufrir, sino que ese cargo le permitió ir
consolidando su posición en la aspiración presidencial futura, que finalmente
concretó en 2015.
En 2015, muchos no comprendieron que era
preferible votar a Martín Lousteau (a pesar de su perfil también conservador),
para evitar que ganara Horacio Rodríguez Larreta. Había que privilegiar un voto
decisivo en contra de Larreta, para debilitar el ascenso de Macri. Ganó Larreta,
lo sufriremos hasta 2019 y fortaleció la futura elección de Macri para la
presidencia.
En el mismo 2015, la elección presidencial nos
colocó ante la disyuntiva central entre Daniel Scioli y Mauricio Macri.
Una vez más surgieron las dudas de muchos confundidos o engañados, de muchos
“progresistas”, de muchos “izquierdistas”, que no supieron identificar al
adversario principal. Ganó Macri y aunque ahora muchos se expresan
arrepentidos, el país -especialmente los sectores populares- lo sufre y lo sufrirá
hasta 2019.
Cierro estas opiniones reiterando el párrafo
inicial de esta nota: el próximo 22 de octubre hay que votar contundentemente
por la opción de Unión Ciudadana y de otras alternativas de carácter nacional y
popular en todo el país, para tratar de evitar que avance aún más el proyecto
conservador y neoliberal de la Alianza PRO-UCR, liderada por Mauricio Macri.
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