Únicamente nos
queda un día, sentenció Jean Paul Sartre, uno que siempre se repite, se nos da
al amanecer, se nos quita al anochecer. Por
eso sospecho que el crepúsculo es brillante y hermoso en tanto tenga la
capacidad de asegurar la próxima claridad, de lo contrario será tan lúgubre
como la puerta del ingreso al cenit de los extremos sucios. Todo ha sido
resuelto excepto cómo vivir agregó El Castor, como lo llamaba cariñosamente
Simone de Beauvoir, en la vida como en la política, nadie es como otro, ni
mejor ni peor, si logran están de acuerdo es por un casual malentendido. No perdamos
nada de nuestro tiempo los hubo más bellos seguramente, pero éste es el
nuestro, celebró. De mi parte no estoy muy seguro que el actual crepúsculo
político nos esté anunciando algo similar a un amanecer. Y eso es lo que nos
toca muy a pesar que, parafraseando a Schopenhauer, nos están gobernando seres
de los que no se concibe cómo llegaron a caminar sobre dos piernas aunque eso
no signifique mucho, la paradigmática vulgaridad de cómo “pasar” el tiempo y no
cómo “aprovecharlo”. Pues allí la síntesis: cómo aprovechar ese tiempo no
escogido al cual fuimos arrojados, inevitable y omnímodo para nuestra
existencia.
El sábado 19 de
septiembre de año 2015, en una de las últimas columnas que realicé en el
Programa Testigos de Privilegió afirmábamos:
... pues desde mi
punto de vista, durante aquel tiempo, poco y nada hicimos desde la gnosis
para defender y fijar esos derechos, los mal entendimos como asumidos, acaso algunos tengan razón y todo aquello
que no se logra con sacrificio se le otorga poco valor y rara vez le son
atribuidas capacidades a proteger. No me consta dicha aseveración burguesa, pero muchos se escudan de la premisa para abrevar del sofisma..
Viene a mi memoria
el proyecto Conectar Igualdad, programa inclusivo que no solo “entregaba una
computadora” para uso didáctico sino que además intentaba acotar las
diferencias sociales a favor de un circuito integrador en donde el conocimiento
era el factor de equilibrio. Tristemente muy pocos entendieron el mensaje
educativo y formativo que venía entre sus líneas, letra gruesa que tanto el
docente en general como la familia del
alumno, y el joven en particular, prefirieron omitir debido a que comprendía un
compromiso formal en el día a día. Esto es, primero y fundamental darle a la
herramienta, en su utilización correcta en clase, el valor agregado para lo
cual fue ideada y en un segundo plano merecer y poner en virtud, mediante el cuidado,
el sacrificio colectivo que estaba haciendo la sociedad a favor de modernizar
las técnicas de instrucción. Hoy los servidores ya no existen y nada se sabe de
las máquinas, pero acaso no haya sido el actual gobierno y sus lamentables
autoridades educativas las responsables de su volatilización, el programa había
muerto a poco de nacer debido a la nula conciencia social y reflexiva que
existió sobre aquellas dos variables mencionadas. Temo que nunca existieron la
suficiente cantidad soldados formadores para dar tantas batallas en tantos
frentes y así como cayó el programa mencionado, las mismas suertes corrieron
decenas de intentos que dentro de los mismos paradigmas inclusivos e
integradores se planteó la sociedad democráticamente hasta no hace más cuatro
años aproximadamente. La militancia tiene un objetivo claro y contundente
dentro de la política, nadie lo pone en duda, pero no alcanza, la ingeniería
que requiere el desarrollo de una conciencia social incluyente y equitativa es
mucho más compleja y necesita apropiarse de herramientas y lugares en mucho
casos desconocidos y hostiles, debiendo hasta beneficiarse del aporte del
enemigo para lograr el objetivo. Como cuenta Julio
Cortázar en Rayuela: “La violación del hombre por la palabra, la soberbia
venganza del verbo contra su padre llenaban de amarga desconfianza la
meditación de Oliveira, forzado a valerse de su propio enemigo para abrirse
paso hasta un punto en que pudiera licenciarlo y seguir hasta una
reconciliación consigo mismo y con la realidad que habitaba”.
En el presente
absolutamente todos los derechos de los sectores populares, pasivos y activos,
están puestos en discusión como nunca antes en la historia, incluyendo incisos
que ni siquiera fueron observados ante el advenimiento de dictaduras. Esto se
corporiza so pretexto del costo y la competitividad, con un consecuente
achicamiento de la producción nacional y el mercado de consumo interno. Desde
luego que jamás se ponen sobre la mesa de discusión las rentas, esas no solo se
preservan sino que el programa de recorte de derechos masivos implica
taxativamente el crecimiento de las tasas de ganancia.
Y finalizo con
Julio Cortázar que a modo de reflexión nos sentencia sobre los peligros de la
banalidad: “Los que asistimos a reuniones como ésta sabemos que hay
palabras-clave, palabras-cumbre que condensan nuestras ideas, nuestras
esperanzas y nuestras decisiones, y que deberían brillar como estrellas
mentales cada vez que se las pronuncia. Sabemos muy bien cuáles son esas
palabras en las que se centran tantas obligaciones y tantos deseos: libertad,
dignidad, derechos humanos, pueblo, justicia social, democracia, entre muchas
otras. Y ahí están otra vez, aquí las estamos diciendo porque debemos decirlas,
porque ellas aglutinan una inmensa carga positiva sin la cual nuestra vida tal
como la entendemos en el presente no tendría el menor sentido, ni como
individuos ni como pueblos. Aquí están otra vez esas palabras, las estamos
diciendo, las estamos escuchando, pero en algunos de nosotros, acaso porque
tenemos un contacto más obligado con el idioma que es nuestra herramienta
estética de trabajo, se abre paso un sentimiento de inquietud, un temor que
sería más fácil callar en el entusiasmo y la fe del momento, pero que no debe
ser callado cuando se lo siente con fuerza y con la angustia con que a mí me
ocurre sentirlo. Una vez más, como en tantas reuniones, coloquios, mesas
redondas, tribunales y comisiones, surgen entre nosotros palabras cuya
necesaria repetición es prueba de su importancia; pero a la vez se diría que
esa reiteración las está como limando, desgastando, apagando. Digo: "libertad"
digo: "democracia", y de pronto siento que he dicho esas palabras sin
haberme planteado una vez más su sentido más hondo, su mensaje más agudo, y
siento también que muchos de los que las escuchan las están recibiendo a su vez
como algo que amenaza convertirse en un estereotipo, en un cliché sobre el cual
todo el mundo está de acuerdo porque ésa es la naturaleza misma del cliché y
del estereotipo: anteponer un lugar común a una vivencia, una convención a una
reflexión, una piedra opaca a un pájaro vivo. Esas palabras no estaban ni
enfermas ni cansadas, a pesar de que poco a poco los intereses de una burguesía
egoísta y despiadada empezaba a recuperarlas para sus propios fines, que eran y
son el engaño, el lavado de cerebros ingenuos o ignorantes, el espejismo de las
falsas democracias como lo estamos viendo en la mayoría de los países
industrializados que continúan decididos a imponer su ley y sus métodos a la
totalidad del planeta. Poco a poco esas palabras se viciaron, se enfermaron a
fuerza de ser viciadas por las peores demagogias del lenguaje dominante. Y
nosotros, que las amamos porque en ellas alienta nuestra verdad, nuestra
esperanza y nuestra lucha, seguimos diciéndolas porque las necesitamos, porque
son las que deben expresar y transmitir nuestros valores positivos, nuestras
normas de vida y nuestras consignas de combate”.
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