En política no es recomendable darle entidad al deseo. El “no vuelven nunca a más”, ni antes ni ahora..





Argentina vive su estado de euforia mediopelo. El país se encuentra en la cresta de la ola para esa mass media interesada individualmente y por consiguiente lobotomizada y quebrada por sus propios egoísmos. No es la primera vez que sucede en la historia. Reitero, como ocurrió en varias ocasiones se encuentra sobre la cresta de la ola, pero de un tsumani, sin tabla para surfearla y a punto de romper, y romper todo lo que se encuentre en su camino. Debemos contemplar que el tsumani va tomando velocidad a medida que avanza, en consecuencia, cuando más demoramos en frenarlo peores van a ser sus destrozos. El tsunami no se va a aplacar por propia voluntad, necesitamos de un viento político muy fuerte que mengüe los daños. Algunos ya son irreversibles, otros llevarán muchos años revertir, y existen otros que podemos evitar si comenzamos a construir ese viento político que se necesita para no mirarnos como en el 2001 y ver en la profundidad de nuestras miradas que nada hicimos para evitarlo.
Siendo apasionado lector de la historia universal y especialmente de la nacional nunca racionalicé políticamente, más allá del deseo, aquel slogan rítmico que sonaba por el 2010 y que afirmaba “no vuelven nunca más”, - los seguidores de este espacio tienen suficientes muestras editorializadas de mis prevenciones, aún cuando el arrasador 54%,  con relación al eterno retorno de un pueblo que no cesa en sus horrores y falta de memoria - menos aún voy a creer en el actual de ellos con relación a nosotros, lo lamentable es que nuestro regresó será luego de una gran tragedia colectiva – de la que nadie se hará cargo -  cuyos cadáveres, desde hace más de dos años, son (somos) invisibilizados, pero de recolección diaria.

Varias veces afirmamos que el kirchnerismo, sin la pretensión de establecer un modelo socialista ni mucho menos, es lo máximo de izquierda que se permitía la sociedad argentina, y esto incluía a los que se autodefinen como progresistas. Por estos días estamos observando casi descarnadamente la descomunal transferencia de recursos desde los sectores populares y medios hacia las corporaciones concentradas, operatoria neoliberal que más allá del kirchnerismo duro nadie sale a refutar ni desde lo político ni desde lo social. Acaso debamos entender que aquella teorización sobre la anomalía de Ricardo Forster no era otra cosa que una lectura muy fina y detallada de una sociedad a la cual se le había filtrado por la ventana del 2003 un enemigo que por un tiempo necesitó, pero que a poco de revivir en sus aspiraciones individuales dejó de lado por las mieles del mercado...

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