La
pregunta acerca de qué significa ser una presa política hoy en Argentina cobra
fuerza cuando recorremos Jujuy. No porque sea la única provincia donde se están
violando garantías constitucionales, pero es allí donde encontramos uno de los
primeros antecedente del sistema de impunidad y políticas del miedo que
desembarcaron durante la era macrista. Conversamos con Patricia “Pachila”
Cavana y Laura, referentes de la organización Tupac Amaru en San Salvador
Jujuy. Paula, miembro del Comité por la Libertad de los presos políticos en
Jujuy y un vecino que de manera anónima brindó su testimonio de lo que es vivir
en Barrio Alto Comedero. Aquí, la primera entrega.
Por
Débora Cerutti para La tinta
“No nos olvidamos de dónde venimos: de lo más bajo.
No vamos a bajar los brazos. Somos tan fuertes como la Flaca para seguir
resistiendo. No va a desaparecer la organización social Tupac Amaru como quiere
Gerardo Morales y Mauricio Macri. Somos luchadoras, guerreras y vamos a seguir
para adelante”. (Laura)
“Son muchos años, 19 años que vengo laburando
junto a Milagro. Dejé una vida de mierda que tenía antes. Vi mis compañeros
cómo se han roto el lomo acá día y noche laburando. Entre todos hicimos esto.
Yo siempre dije, esto no lo hizo Milagro Sala, ella sola. Acá Tupac Amaru somos
todas”. (Pachila)
Con el grabador prendido, Laura empieza a cantar “Vamos
Milagro, no podemos caer, luchá con más fuerza, que los jujeños estamos todos
de pie, haciendo la resistencia”. Yo me quedo escuchando, entre sorprendida y
atenta. “¿Sabés por qué canto?”, me pregunta. Y sin que medie silencio entre
nosotras, ni tiempo para ensayar una respuesta, Laura dice: “Porque acá, frente
al edificio están pasando los policías vestidos de civil y los de
investigaciones y vienen a querer saber quiénes están acá. Entonces nosotras
cantamos fuerte y en el canto decimos todo nuestro corazón y amor hacia ella y
a todos los compañeros. Porque esta lucha se hace no de a uno, sino de a
montón”.
Laura es la encargada de cuidar la sede de la organización
que se encuentra en la capital jujeña. Primero con recaudos, Laura me pregunta
quién soy, de dónde vengo, qué fui a hacer a Jujuy. Luego de las
presentaciones, abrimos la conversación y allí me cuenta sobre algunas de las
actividades que actualmente sigue llevando adelante la Tupac y las operaciones
de desmantelamiento propulsadas por el gobierno de Gerardo Morales tras las
detenciones arbitrarias de algunas de sus referentes, entre ellas la principal:
Milagro Sala.
El 16 de enero pasado, se cumplieron dos años de su
detención. Ese día, la referente de la Tupac Amaru lanzó una carta pública en
la que expresó que “las operaciones del poder judicial y de la prensa para
mostrarle al mundo que soy la peor de todas siguen como el primer día. Sin embargo,
la única realidad es que conmigo solo empezaron una persecución feroz a todo el
que piensa diferente. A medida que pasan los días vamos perdiendo la cuenta de
la cantidad de presos políticos, que ya suman más de 20. Presos por querer un
mundo mejor, por defender los derechos de los que menos tienen, por enfrentar
las políticas de hambre y exclusión que impulsa el gobierno de gerentes de
Cambiemos”.
¿Qué significa ser una
presa política hoy en Argentina? Esa es la pregunta que
intentamos desentramar en el paso por el territorio jujeño en épocas de
carnaval, en una provincia que desde el 2015 se convirtió en un gran
laboratorio provincial que va midiendo los límites de indignación y tolerancia
a su sistema de impunidad.
Un
laboratorio que nos anticipó la implementación de las políticas amarillas en
todo el país, con el incremento desmesurado de violaciones a derechos humanos,
despidos masivos, desmantelamiento de cooperativas de trabajo, estigmatización
de las organizaciones sociales, persecución, hostigamiento, amenazas, montajes
mediáticos y torturas en las cárceles.
Entre
la memoria anestesiada, el taladro mediático y el miedo latiendo
“Esto está denunciado frente a organismos
internacionales, pero aquí ¿dónde se hace la denuncia? El poder judicial y el
aparato represivo lo tenemos encima… ¿hacer una denuncia al enemigo, al que
tortura, al que encarcela?”. (Paula)
“Se rieron Macri y Morales con los derechos
internacionales cuando vino el CID, la ONU. Por qué tanto odio… porque no sabe
gobernar”. (Laura)
Me llamo Patricia Cavana y me dicen Pachila, me dice una
de las presas políticas de la organización Tupac Amaru, sentada al lado de una
de las piletas que todavía está en funcionamiento en los Galpones Recuperado, un espacio verde que
durante mucho tiempo, fue el corazón de la organización. Previo a prender el
grabador que registraría una larga charla con ella y con Paula, estuvimos conversando
un rato acerca de las instalaciones y su funcionamiento, las miles de personas
que transitaban por allí hasta hace dos años.
Por su parte, Paula me cuenta que pertenece al Comité por la Liberación de los Presos Políticos de
Jujuy. El mismo, se formó con la intención de acompañar y
visibilizar la constante violación a los derechos humanos y generar actividades
que despierten en la sociedad el interés y el conocimiento acerca de la
situación. Luego de las respectivas presentaciones, nos zambullimos en una
conversación que nos llevó por los impactos de la violencia sobre los cuerpos
de las presas.
Morales sabe donde golpear, Paula y Pachila afirman de
manera contundente: “Desde que la meten presa a Milagro se hacen decenas de
allanamientos en donde a la gente, a los compañeros de la Tupac se les metían a
las casas, les daban vuelta todo, la policía los perseguía a los pibes en el
barrio. Eso genera temor, terror, persecución y hostigamiento. Golpeó a la
organización dividiendo, prometiéndole a los compañeros que trabajaban en
cooperativas que no se iban a quedar sin trabajo”.
Hoy, recorrer el barrio Alto Comedero, es ver edificios
vacíos, cooperativas cerradas y desmanteladas. Con los yuyos tapando la cara
del Che Guevara, Bartolina Sisa, Micaela Bastidas o Tupac Amaru. “Después
del gobierno actual estamos más sólos que un hongo”, nos dice Pachila. Su
relato es de frustración, pero por momentos toma un impulso vertiginoso y lleno
de esperanzas. Se le iluminan los ojos cuando habla del pasado y recuerda, entre
tantas otras actividades, aquellos carnavales donde la comparsa Los Alegres Quemagomas convocaban a a miles de personas a las
calles. Este año, decidieron organizar el carnaval nuevamente. Pero muy pocos
se acercaron.
Pachila plantea que la sociedad jujeña en general, pero
también muchas personas que estaban en la organización, “se olvidaron” de que
lo que consiguieron fue por estar en la calle, marchando. Además de ello, hubo
una defenestración pública muy fuerte a nivel mediático. La imagen metafórica
es clara: una prensa taladrando a la gente, mucho ruido. Excavadoras buscando
dinero enterrado, en un show mediático televisado a plena luz del día; “crearon el relato de que antes en Jujuy no se podía
vivir en paz, que Milagro Sala amenazaba a la gente en la calle. Estigmatizaron
a la organización y mucha gente escuchó y repitió es discurso”, explica Paula.
Lo que se suponía que no podían hacer porque
implicaba violar derechos humanos garantizados en la Constitución fue realizado
por el gobierno de Morales: “Él es el gobernador de Jujuy. Tiene la justicia en
sus manos. Él nunca podría tenerme a mis 10 meses presa sabiendo que nunca tuve
una denuncia. Él nunca podría haber agarrado a mis hijos, meterse en mi casa,
ponerlos boca abajo, tenerlos 3 horas en el allanamiento sin la presencia de un
mayor de edad. Y entró a mi casa e hizo eso. Mi casa, es un caso”. Pero se
cuentan de a docenas.
No sólo allanamientos, las torturas en las cárceles fueron
denunciadas públicamente en más de una ocasión. Al respecto, Pachila afirma que
“Beto Cardoso es un compañero que estuvo preso y lo torturaron. Al sobrino de
Beto lo matan en el penal. A Graciela López, cuando la meten presa, la tiran al
piso, le meten una pistola en la boca, la golpean, la escupen”.
Cómo no tener miedo, cómo hacer que los medios dejen de
aturdirnos, como recuperar la memoria colectiva y organizativa de un Jujuy en
el que pareciera, el laboratorio de impunidad y represión funcionó tal como lo
habían previsto los de arriba. Ante estas preguntas, me encuentro con la frase
esperanzadora de Pachila: “Nosotras, las que
quedamos tal vez estamos sumisas, calladas, distantes, pero cuando sea la hora,
vamos a estar. Esto no se cayó. No se perdió. No se murió. Esto sigue. Ya va a
estar el momento para empezar de nuevo”.
De haberle dado similares recursos,economicos y politicos, total impunidad para allanar o interrogar ,apretar sicologicamente y fisicamente,confiscar, y utilizar la media y propaganda ; al Sargento Garcia y al Cabo Reyes aun con sus limitadas inteligencias y fenomenales torpezas hubieran producido un numero documentado de pruebas feacientes del tamaño de tres guias telefonicas.Por supuesto hubieran hecho cantar al mismisimo mudo Bernardo y hubieran demostrado que el Zorro es Diego de la Vega.Libertad a los presos politicos ya!!
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