La opinión pública es la afirmación del engaño del individuo que abomina “del todos”, alentando una autonomía que prescinde de toda solidaridad (Sebastián Plus)
La
Opinión Pública: Guillotina de las memorias – Por Sebastián Plus para La Tecl@
Eñe
Fuente:
http://lateclaenerevista.com/2018/05/13/opinion-publica-psicoanalisis-la-guillotina-las-memorias-sebastian-plut/
La opinión pública es la afirmación del engaño del
self made man, del individuo que abomina del todos alentando una autonomía que
prescinde de toda solidaridad. Como forma de agrupamiento que no requiere
co-presencia física pretende imponer una guillotina sobre nuestras memorias e
identificaciones mediante una considerable cuota de hostilidad.
Por Sebastián Plus, Doctor en Psicología. Psicoanalista. Coordinador
del Grupo de Investigación en Psicoanálisis y Política de la AEAPG.
Aludir a la conciencia, en un sentido amplio,
destaca la necesidad de construir un mayor conocimiento sobre nuestros propios
pensamientos, un creciente entendimiento de nuestra vida pulsional y, también,
de la realidad y de los otros. Pese a ser territorios parcialmente dejados de
lado por los psicoanalistas, tiene suma importancia profundizar nuestros conocimientos
sobre la conciencia y el pensar, tanto en nuestra labor clínica como social.
Freud no fue ajeno a tal propósito y quizá,
por ello mismo, propuso el análisis como el camino para adquirir “aquel
plus de libertad anímica en virtud del cual la actividad conciente se distingue
de la inconciente”.
Una porción de esta tarea, pues, es preciso
dirigirla a la comprensión de la llamada opinión pública, y no
porque esta última sea un fenómeno nuevo, pero sí debe despertarse nuestra
conciencia sobre ella, nuestro saber sobre su lógica y función.
Una revisión histórica nos llevaría hasta los
tiempos de los oráculos griegos, pero sin ir tan atrás en la cronología,
señalemos que ya a fines del Siglo XIX Gabriel Tarde reflexionó lúcidamente
sobre este asunto y, en particular, sobre la influencia de los medios de
comunicación (en esa época, los periódicos).
Décadas después, sabemos, Edward Bernays
(sobrino de Freud) se valió de Psicología de las masas y
análisis del yo para
construir su propia teoría y metodología de lo que él mismo llamó “la
manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de
las masas”. También sostuvo que “casi todos los actos de nuestras
vidas se ven dominados por un número relativamente exiguo de personas que
comprende los procesos mentales y los patrones sociales de las masas”.
La hostilidad de Freud hacia su sobrino fue
manifiesta y quizá por ello, conociendo el libro de este último, fue que poco
después escribió en Inhibición, síntoma y angustia: “Supongamos
que en un Estado cierta camarilla quisiera defenderse de una medida cuya
adopción respondiera a las inclinaciones de la masa. Entonces esa minoría se
apodera de la prensa y por medio de ella trabaja la soberana «opinión pública»
hasta conseguir que se intercepte la decisión planeada”.
¿Cómo definir conceptualmente a la opinión
pública? ¿Cómo se crea?
¿Cuáles son sus componentes?
¿Qué es lo que justifica que a determinadas
afirmaciones las categoricemos como opinión pública?:
a) ¿es por su objeto, es decir,
porque trata de un asunto de interés común que una opinión es pública?;
b) ¿es por sus fuentes, por
ejemplo, porque responda a la influencia de los medios u otros factores
similares?;
c) ¿es por el tamaño de la
muestra, a saber, que reconozca elementos comunes o similares en gran parte de
la población, algo así como la media de lo que piensa la población?
La frase que cité de Freud permite pensar dos
tipos de masas: aquellas en las que los sujetos se reúnen físicamente y
aquellas en las que los individuos sólo se unifican por medio de su opinión.
Como afirmó Bernays es a estas últimas a las que el propagandista se propone “controlar
y sojuzgar con arreglo a nuestra voluntad sin que estas se dieran cuenta”.
Agreguemos que las masas que requieren de la
co-presencia física son heterogéneas, reúnen una pluralidad de singularidades y
recogen y reelaboran tradiciones diversas. En cambio, la opinión pública como
agrupamiento no exige la co-presencia física, y se caracteriza por una
actualidad permanente y por la homologación –regresión- del pensamiento.
¿Por qué la Opinión pública supone una
regresión del pensamiento?
Citemos nuevamente a Freud, esta vez en Para la
prehistoria de la técnica analítica. Dice: “Más
oprimente que la censura de los gobiernos es la censura que la opinión pública
ejerce sobre nuestra labor espiritual”. Si en la opinión pública
tiene importancia su contenido, también resulta relevante la lógica con que
opera el pensamiento en la reproducción de dicha opinión.
A diferencia de los movimientos populares –que
combinan realidad actual con un conjunto de tradiciones- la opinión pública
campea sobre la actualidad, sobre un permanente presente. En los términos
freudianos del esquema del peine, se trata de una hiperestimulación del polo de
la percepción en detrimento de la memoria. Esta suerte de hiperrealismo sin
memoria se fija, a su vez, por la reiteración constante de un mismo mensaje,
por la repetición de una afirmación, lo cual parece poner de manifiesto cierta
intensidad que tiende a agotar esa función del sistema psíquico que Freud
llamaba la investidura de atención.
En su texto sobre las masas, Freud dice que la
opinión pública se crea por la necesidad de sujetos débiles de reforzar su acto
intelectual y afectivo “por la repetición uniforme de
parte de los otros”. Es decir, que ciertas ideas y ciertos afectos
se consolidan en tanto y en cuanto tengan una mayor frecuencia y, a su vez,
resulten parecidos a los de los otros. Podemos decirlo del siguiente modo: la
opinión pública no se trata solo de cómo agrupamos expresiones semejantes entre
sí, sino que aquélla se alimenta de la tendencia de ciertos sujetos a no ser,
cada uno, el único que piensa de tal o cual modo.
Si la co-presencia física puede conducir a
acciones que están impedidas para el sujeto singular, su equivalente en la
opinión pública es que el sujeto se habilita a manifestar y defender
afirmaciones cuya veracidad no tiene fundamentos concretos, tal como sucedió,
por ejemplo, con el célebre “affaire Dreyfus” dado a conocer por E. Zola. Ya
Gabriel Tarde afirmó: “conozco regiones francesas donde
sin haber visto nunca un solo judío, eso no impidió que el antisemitismo
floreciera allí, debido a la lectura de periódicos antisemitas”.
Este aislamiento en el que se configura la
opinión pública nos indica, entonces, que tal ligazón por vía de lo que así se
piensa es la expresión del agrupamiento del sujeto individualista. En dicho
agrupamiento, pues, queda jerarquizado el lazo abstracto de quienes sólo
participan como público, de quienes sólo admiten una influencia a la distancia
y que, por eso mismo, pretenden desconocer que son influidos. La tentativa de
desconocer la vivencia de influencia es correlativa de un contagio sin contacto.
En este sentido, la opinión pública permite
conquistar un precario sentimiento de pertenencia eludiendo las angustias y
fantasmas que despierta la intersubjetividad cuerpo a cuerpo.
La opinión pública es la afirmación del engaño
del self
made man, del sujeto que se supone autoengendrado, del individuo
que abomina del todos. Es la vía por
la cual el sujeto aislado se consuela en su soledad hasta el momento en que lo
azota el pánico, momento en que, como señaló Freud, la falta de miramiento por
el otro se vuelve fuente de una angustia insoportable.
Por último, sostendré que la opinión pública
es el vehículo privilegiado para expandir la hostilidad. Suele hablarse del
nivel de agresión o, como también se llama, del lenguaje de acción, que
prevalece en las redes sociales o en portales periodísticos, y se lo atribuye a
la impunidad que brinda el anonimato. Sin embargo, hay una razón adicional para
este lenguaje de acción, a saber, la necesidad de compensar la ausencia física,
esto es, la tentativa de crear una mayor intensidad como equivalente y
sustituto del acercamiento físico. De hecho, no es sino en los medios o en las
redes donde hoy asistimos a la ejecución pública de determinados personajes.
Citemos nuevamente a Gabriel Tarde: “Inventar un gran objeto de odio
para uso del público, sigue siendo uno de los medios más seguros de convertirse
en uno de los reyes del periodismo”.
La distancia física conduce, entonces, a una
exacerbación de la hostilidad como forma de figurar un acercamiento y, quizá
esto permita entender por qué en la opinión pública cobran particular relieve
las sospechas y la desconfianza.
Pese a que se ha dicho que en las masas (de
presencia física) se produce una regresión del pensamiento, creo que dicha
regresión es más palpable en la opinión pública. En efecto, la repetición
idéntica de frases y la generalización que proponen, evidencian una
significativa homogenización así como un pensar carente de fundamentos y, no
menos importante, una considerable cuota de hostilidad. Se promueve por esa vía
una simplificación del pensar y se alienta una disminución de la exigencia de
trabajo psíquico.
A modo de síntesis
La opinión pública, entonces, como forma de
agrupamiento pretende imponer una guillotina sobre nuestras memorias e
identificaciones. Se alienta aquí y allá una independencia banal, una autonomía
que carece de toda solidez, un individualismo que prescinde de toda
solidaridad. Desde este aggiornado panóptico se ataca toda pertenencia cual si
fuera el signo indudable de la mayor corrupción, se reprocha toda dependencia
porque ésta, precisamente, es evidente indicio de identificaciones y memorias.
Resulta notable que, sin mediaciones, al
sujeto que se referencia con un grupo se le diga que se ha quedado en el
pasado. Ser miembro de, pues, es la prueba de sus dos delitos: se identifica
con y tiene memoria.
El acusado, entonces, es expulsado sin mora hacia el submundo de la barbarie,
es enviado fuera del reino de la civilización de los autónomos. Sentirse
incluido en un colectivo, agrupado en el reconocimiento de un líder es,
curiosamente, sinónimo de fanatismo, pese a que aquella posición no supone
homogeneidad alguna. Más aun, memoria e identificación, y agreguemos ligazones
libidinales, no son antagónicas con la pluralidad.
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